URUMQI, 4 jul (Xinhua) -- Cuando el sol se empieza a poner, los turistas y lugareños pasaban por la mezquita de Id Kah, la más grande de China, y se dirigían al bazar nocturno.
"Cualquiera que venga a este lugar puede comer como un rey", declaró Nurmamet Mametmin, que vende tallarines fríos en Khan Bazar (Mercado del Rey) en la ciudad de Kashgar, en el suroeste de la región autónoma uygur de Xinjiang, al noroeste de China.
La plaza de 30 metros de largo está llena de puestos que ofrecen lo mejor de la cocina de Kashgar: cordero asado, pescado frito, arroz con hortalizas y carne de res, tallarines, pudin de arroz con yogur y muchos otros platos.
Kashgar, apodada la "ciudad de los bazares", cuenta con 20 grandes mercados. Las calles y los callejones han visto la ida y venida de comerciantes y viajeros durante más de 2.000 años, cuando la ciudad en el extremo del oeste de China surgió como un punto de negocio a lo largo de la Ruta de Seda. Muchos lugareños se han dedicado a proporcionar comida y alojamiento a los viajeros durante generaciones.
Mametmin aprendió las técnicas de preparación de tallarines fríos de su padre, quien estableció una tienda en el Khan Bazar hace dos décadas.
El sol no se ha puesto todavía, pero el puesto de Mametmin ya está rodeado de clientes. Dedica toda su atención en servirlos, esparciendo los ingredientes típicos como el pimiento, el ajo picado, la salsa y el vinagre por encima de los tallarines.
"La gente que come a estas horas son principalmente turistas y residentes que no hacen el mes sagrado de Ramadán", comentó Mametmin. "Más clientes vendrán tras anochecer a por la iftar (la comida que rompe el ayuno diario tras la puesta de sol)".
Durante el Ramadán, el mes sagrado de ayuno y reflexión espiritual del islam, entre el 6 de junio y el 6 de julio, los musulmanes no pueden comer ni beber entre el amanecer y el anochecer.
En Xinjiang, que alberga más de 24.000 mezquitas, viven más de 13 millones de musulmanes.
Después de servir a un grupo de turistas, Mametmin, que no ha comido ni bebido desde la salida del sol, se inclina en su puesto, descansando un poco y esperando más clientes.
Cuando el sol desaparece tras el horizonte, los restaurantes y puestos en el bazar se inundan de clientes musulmanes que observan el Ramadán en medio del calor de verano.
"El Ramadán es una ocasión para nosotros de aprender a apreciar y tolerar, y para cultivar la paz en el corazón", expresó el lugareño Eli Erken.
Cuando cae la noche, los gritos de los vendedores, las charlas de los consumidores, el chisporroteo de las sartenes, el borboteo de las ollas y el tintineo de las vajillas invaden el aire dulce y ahumado.
"No quiero despedirme de la ciudad, la comida es tan deliciosa", confesó la turista Jiang Tian, cuyo bocadillo favorito es huevo frito con miel.
"Cuando prospera el turismo, nuestro negocio también aumenta", afirmó Mamut Aji, quien gana 3.000 yuanes (451 dólares) mensuales con la venta de pescado frito.
Cuando el sol vuelve a salir y la llamada a la oración resuena por la ciudad, los musulmanes inician otro día de Ramadán.