Por Juan Manuel Nievas
ROSARIO, Santa Fe, 16 may (Xinhua) -- La empresa Bioceres, que reúne a más de 300 accionistas, entre los cuales se encuentran algunos de los más grandes productores agropecuarios de Sudamérica, apunta a unir la ciencia y el negocio en biotecnología agrícola en Argentina.
Para ello es clave la interacción entre empresas privadas e investigadores del sector público, procedentes de universidades o del organismo científico por excelencia del país, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
"Hay acuerdos estratégicos para poder hacer consorcios, en los que el Conicet, o una universidad proveen servicios o trabajan aquí. Bioceres les duplica el sueldo, el científico no pierde el puesto en el Conicet y puede optar por retornar cuando lo desee", explicó a Xinhua el director de Tecnologías y Productos de Bioceres, Gerónimo Watson, en sus oficinas de la ciudad de Rosario, 300 kilómetros al norte de Buenos Aires.
Si el investigador genera una idea que eventualmente termina en un producto, "hay un acuerdo que establece cómo se distribuyen los beneficios", puntualizó el directivo.
Bioceres utiliza múltiples plataformas tecnológicas para desarrollar y comercializar productos orientados a aumentar la productividad de los cultivos y agregar valor a las materias primas agrícolas.
"Se apunta a compartir los costos y los beneficios, que sirven para los dos lados", el público y el privado, resaltó Watson.
La labor de los científicos "se da a partir de subsidios competitivos, de manera conjunta, a fin de que puedan probar si un evento tiene o no tiene mérito. Si tiene mérito y puede generar patentes, buscamos un socio que ponga recursos para llevar esa idea a un producto, lo que es muy costoso", añadió.
"Pensamos que si podemos colaborar con empresas de, por ejemplo China, el costo puede bajar más", expresó.
La cooperación entre China y Argentina se remontan a 2013, cuando Bioceres acordó desarrollar junto a Dabeinong Technology Group semillas de soya y maíz resistentes que combinan tecnologías de protección contra sequía y salinidad generadas por investigadores del Conicet, con resistencia a insectos y herbicidas, generadas por la parte asiática.
"Se está generando una oportunidad muy importante, porque hay complementariedad entre Argentina y China. Desde el punto de vista tecnológico, hay ventajas comparativas que, si se exploran, pueden hacer que dos empresas, una china y una argentina, puedan generar desarrollos mucho más rápido y menos caros si trabajamos juntos", resaltó.
El gen de aumento de rendimiento y tolerancia a la sequía y la salinidad, que se denomina HAHB-4, fue hallado por un grupo de investigadores argentinos del Conicet encabezado por la doctora Raquel Chan y asociado a la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y la empresa Bioceres.
El desarrollo consiste en el aislamiento y la caracterización de un gen de girasol cuya función está relacionada con la respuesta natural de la planta a las condiciones de estrés, como la sequía y la salinidad.
Una vez identificado el gen HAHB-4 y su familia de desarrollos, el Conicet y la UNL se asociaron con la empresa Bioceres para generar una patente y posterior comercialización del descubrimiento.
"Raquel Chan lideró el grupo, con una doble dependencia, de la Universidad Nacional del Litoral y el Conicet. Encontró el gen que tiene la característica contra la sequía", resaltó el directivo de Bioceres.
Recordó que "se hizo mucho trabajo, una preselección en el laboratorio y finalmente se reguló un único evento, que se lleva al campo para desarrollarlo. En el caso de la HAHB-4 evaluamos 70 candidatos (del producto) y se terminó eligiendo a uno", explicó Watson.
De esa manera, Bioceres es uno de los exponentes en Argentina de la integración entre el mundo científico y el industrial.
Iniciativas similares han puesto en marcha en el país sudamericano las firmas Ascentio, de ingeniería aeroespacial, IBM Argentina o la alimenticia Arcor.