Por Rubén Nicolás y Liu Yang
BEIJING, 4 may (Xinhua) -- "Con 20 años, después de haber estado allí un año y medio estudiando español, no me gustaba Cuba. No quería volver jamás. Ahora, más de quince años después, me acabo de casar con un cubano, comprarme un apartamento en la isla y abrir una escuela de salsa cubana junto a mi esposo en Beijing", confiesa sonriendo Xu Yanan, directora general de Sazón, la primera academia de baile especializada en salsa cubana de la capital china.
Sazón, que en Cuba se emplea para definir algo especial, abrió sus puertas el pasado 16 de abril. El local, enclavado en el corazón del céntrico barrio capitalino de Sanlitun, está dirigido por Xu y su cónyuge, Noel Santovenia Alonso, aunque todo el mundo le conoce como Santos, natural de La Habana, profesor de salsa y que presume de tatarabuela china.
Ambos, que apenas llevan cuatro meses casados, han emprendido el proyecto de convertir el lugar en algo más que una academia de baile. "Queremos representar la cultura cubana en China", asevera Santos. En una de las paredes lucen los horarios de las clases, una de ellas con el título tan sugerente como "Mamá sexy".
Durante la entrevista con Xinhua, la pareja tiene muy bien definidas sus funciones. Ella responde las preguntas sobre el negocio. Él se explaya cuando se trata de bailes, músicas y formas de sentir la salsa.
Sazón es la última aventura empresarial de Xu y la primera vinculada con Cuba, un país que no la enamoró a primera vista. "En 2001 estaba estudiando Literatura China en Harbin (una ciudad al noreste del país) y durante un año y medio, en dos periodos diferentes, me fui a Cuba a estudiar español", rememora. De ese época recuerda una isla menos desarrollada con problemas económicos. "Me horrorizaba la salsa, porque pensaba que los hombres se aproximaban demasiado", apunta mientras se ríe a carcajadas.
Después de su periplo caribeño, se fue a España en 2003. Allí continuó sus estudios de español durante seis meses "porque quería quitarme el acento cubano", subraya. En 2006, volvió a Beijing, donde estuvo trabajando para una pequeña empresa relacionada con el mundo de la cultura y los intercambios culturales.
Su regreso supuso un renovado interés por aprender salsa. "Necesitaba conocer amigos nuevos en la ciudad. Creí que aprender salsa era una buena manera, así que empecé a dar clases con un amigo chino", apunta.
Dos años después de su vuelta, se topó con la gastronomía molecular. Primero, como representante de ventas de las máquinas que hacían falta, y luego como dueña de un pequeño restaurante donde, junto a una amiga, servía comidas "a amigos o conocidos que se ponían en contacto con nosotras a través de Wechat", señala. Con el paso del tiempo, tuvo que dejar ambos negocios.
La vida de Xu experimentó un cambio de rumbo el 15 de agosto de 2013. Cuba era por aquel entonces un lejano, apartado y casi olvidado recuerdo de la juventud. "Me visitó una amiga, que era fotógrafa y quería cambiar de trabajo. Estaba deseando viajar y me comentó que por qué no iba a Cuba con ella. Me lo pensé, porque no tenía muchas ganas de volver, pero al final lo hice", indica.
Nada más aterrizar en La Habana, Xu se dio cuenta de que el lugar apenas había cambiado en todos esos años. En cambio, ella sí. Ahora veía esas calles, esos parajes y esos establecimientos de otra forma, con otros ojos y otra mirada. "Quizás tuviera que ver con ello la edad. Con 20 años, sólo quería estudiar español. Quince años después, mi forma de ver Cuba cambió radicalmente. Me interesaba mucho su cultura, ya que es un país con mucha mezcla", subraya.
Y allí, "el 23 de agosto de 2014" precisa Xu, su vida dio otra vuelta de tuerca cuando se apuntó a clases de salsa. "¿Adivinas quién era el profesor?", interrumpe pícaramente Santos. "Hubo una conexión desde el primer momento", añade el cubano. "En tres o cuatro días le propuse abrir una academia en China, porque vi que ella era buena para los negocios. Luego Xu me propuso que me fuera con ella la semana siguiente a China. Le contesté que no, porque tenía otros compromisos, pero en enero estaba volando rumbo a Beijing", explica.
Santos, que apenas chapurrea chino, llevaba varios años siendo profesor de baile en Cuba. Xu le abrió las puertas del país asiático. "Nos recorrimos China estudiando el negocio. Estuve en Shanghai, Guangzhou, Beijing y otras ciudades. En un año, apenas volví una semana a Cuba", cuenta.
En ese trasiego, según asegura la pareja, saltó la chispa. "Siempre hubo respeto", apunta Santos. El momento definitivo se produjo después de un viaje organizado junto a seis amigas de Xu a Cuba en octubre de 2015. Al final, Santos y Xu se plantearon tener una relación. "Todo pasó muy rápido. En diciembre de ese año, decidimos casarnos", explica Santos. La boda se celebró en La Habana "el dos de diciembre, el mismo día del cumpleaños de su padre", destaca Xu.
"Mi amiga es la que me ayudó y me apoyó. Para mis padres fue toda una sorpresa. Ellos, que son muy tradicionales, estaban muy preocupados porque apenas hacía un año que le conocía", recuerda Xu.
"Sabemos que la gente habla de nosotros por dos motivos. Uno es la diferencia de edad. Yo tengo 29 años y ella 36", explica Santos. "En China no es normal. Para mis padres Santos es muy joven", aclara Xu. La segunda es la cultural. "Venimos de dos mundos muy distintos, pero creo que nos entendemos muy bien", apostilla Santos.
"Mis padres se están portando muy bien. Están cambiando sus costumbres a la hora de comer, ahora usan menos picante y comen más carne y zumos", explica Xu. "Lo primero que intenté al llegar a China fue tener una mayor conexión con los padres", concreta Santos.
La pareja confiesa que al principio la relación entre los padres de Xu y su nuevo yerno no era fácil. "A veces, mi padre y Santos chocaban por la decoración de la escuela. No se pueden comunicar bien y yo estoy en el medio", se queja Xu. "Además, uno es muy joven y otro se acaba de jubilar....No es fácil", explica. "Lo más importante es que haya amor", sentencia Santos.
Ahora, el futuro de la pareja se centra en capitanear Sazón. La academia cuenta con Camila, una profesora cubana que apoya a Santos en su labor docente. "También tenemos pensado preparar viajes organizados de chinos para que puedan visitar la isla. Ver su cultura, sus pintores, sus parajes y un largo etcétera", explica Santos. "En China se llama un negocio dragón, porque incluye muchos aspectos", concluye Xu.