BEIJING, 15 abr (Xinhua) -- Pese a resultar fallido, el lanzamiento de un misil balístico de medio alcance realizado este viernes por parte de la República Popular Democrática de Corea (RPDC) supone la última muestra de una cadena de alardes de poder militar que, si no se controlan, llevarán al país a ninguna parte.
El misil BM-25, también conocido como Musadan y que tiene un alcance de 3.000 kilómetros, es capaz de llegar a la isla estadounidense de Guam, en el Pacífico, de acuerdo con la agencia de noticias surcoreana Yonhap.
Aunque Pyongyang no ha confirmado el disparo, la elección del momento, justo el día del cumpleaños del antiguo máximo líder de la RPDC Kim Il Sung, se cree que pone de manifiesto su osadía contra los actuales ejercicios militares conjuntos Corea del Sur-Estados Unidos y contra las últimas sanciones que acarrea la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU del mes pasado.
Solo en 100 días, la RPDC ha llevado a cabo un ensayo nuclear y el lanzamiento de un satélite, que fue ampliamente considerado como una prueba de misil balístico disfrazada.
La interpretación de Pyongyang de la resolución como una muestra de animosidad es insensata. Causada en gran medida por una alarmante falta de confianza entre la RPDC y EEUU, su muestra de fuerza nuclear ha violado abiertamente la resolución de la ONU y ha traicionado la aspiración global de conseguir la desnuclearización de la Península Coreana a través del diálogo.
Además, la pertinaz demostración de fuerza se ha probado como contraproducente para el beneficio de la RPDC.
En primer lugar, estas provocaciones le hacen el juego a los entrometidos EEUU y Japón, que han esperado desde hace mucho tiempo excusas para irrumpir en el noreste de Asia a través del reforzamiento de su presencia militar. Estas perspectivas amenazarían gravemente de la seguridad de la RPDC y perturbarían el equilibrio estratégico regional.
Segundo, Pyongyang ha socavado su credibilidad al acusar a Washington y Seúl de deteriorar el ambiente de diálogo a la vez que responde con el ojo por ojo, lo que crearía el mismo efecto y alimentaría la ya tensa situación peninsular, causada por sus pruebas nucleares.
Ultimo pero no menos importante, la demostración de fuerza implacable de la RPDC aumentará el círculo vicioso de provocación y sanción. Las armas nucleares no harán a Pyongyang más seguro. Al contrario, sus costosos esfuerzos militares seguirán ahogando su economía.
La única solución viable para todas las partes concernientes es reanudar las conversaciones a seis bandas propuestas por China a fin de lograr la desnuclearización y reemplazar el armisticio coreano por un acuerdo de paz. Esto satisfará los intereses de todas las partes, incluyendo a Estados Unidos y la RPDC, y de ninguna manera da lugar a los diálogos desiguales que teme Pyongyang.
La reclamación de Pyongyang de que el diálogo no puede coexistir con las sanciones no se sostiene, porque las propias sanciones no son un fin en sí mismas, sino la forma de evitar la repetida violación de la RPDC de las resoluciones de la ONU y de llevar a las partes afectadas de regreso a la mesa de negociaciones.
Es hora de que todas las partes concernientes asuman sus debidas responsabilidades y muestren contención y flexibilidad a fin de lograr la desnuclearización en la península lo antes posible.