BEIJING, 11 abr (Xinhua) -- Los cancilleres del Grupo de los 7 (G7) lamentaron el lunes en Hiroshima las víctimas de las bombas atómicas lanzadas por EEUU en la Segunda Guerra Mundial, en un acto que debería servir como recordatorio de que la reflexión sobre la tragedia debe centrarse más en su origen que en el tan pregonado victimismo japonés.
Por invitación de Japón, que ha subrayado incesantemente su identidad como única víctima de las bombas atómicas, el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, junto a sus seis homólogos del G7, efectuó una histórica visita al Parque Conmemorativo de la Paz en Hiroshima, aunque antes de hacerla descartó pedir disculpas.
En su reflexión sobre la catástrofe de Hiroshima, Tokio no puede olvidar el hecho de que la causa fundamental del bombardeo estadounidense, que se cobró más de 100.000 vidas, se debió a la agresión militar japonesa y a su brutal violencia contra otros países.
Por lo tanto, es un deber moral de la administración nipona dejar que esa histórica agresión sea conocido por cada ciudadano del país, así como ofrecer una compensación y una disculpa justa y honesta a todos los afectados, no sólo en Japón, sino en otras naciones golpeadas.
Por otra parte, el intento de Tokio de aprovechar la reunión en Hiroshima para renovar la reprimenda occidental por el programa nuclear de Pyongyang no hará más que elevar la candente tensión en la región y provocar más respuestas "ojo por ojo" de la República Popular Democrática de Corea (RPDC).
Si se mira desde una perspectiva más amplia, el actual estancamiento coreano es el amargo legado de décadas de desconfianza, animosidad y confrontación por parte de Occidente, forjadas por su incrustada "mentalidad de Guerra Fría".
No es una coincidencia que la mayoría de los puntos conflictivos y disturbios en el mundo tengan que ver con las sesgadas políticas occidentales.
Han pasado décadas desde el fin de la Guerra Fría, pero el mundo está muy lejos de estar tranquilo. La recurrencia de las hostilidades y la confrontación entre países con diferentes ideologías y condiciones nacionales es alarmante y provoca estragos en el orden internacional.
Por ejemplo, el Grupo de los Ocho (G8), dominado por Occidente, ha expulsado a Rusia de su seno y se ha implicado en conflictos con ella, directa o indirectamente, política o económicamente.
Ucrania y Siria, temas en la "gran agenda de política exterior" de esta reunión del G7, como describió Kerry en un tuit, han sido víctimas de esa obstinada enemistad creada por la ciega confianza occidental en su ideología e institución, así como en su falta de respeto por los otros.
Con tantas frutas amargas en la cesta y frente a un mundo cada día más diversificado, ha llegado la hora de que Occidente se deshaga de su anticuada mentalidad, que favorece la confrontación más que el compromiso y el unilateralismo más que la multipolarización.
Al fin y al cabo, un orden internacional estable necesita la participación de todos los actores relevantes. Una mentalidad excluyente y arrogante sólo orientará el mecanismo del G7 hacia un callejón sin salida, sin que pueda dar la solución a los problemas que sus miembros buscan.
Y eso es algo que merece la retrospección de los cancilleres y de los líderes del G7, los cuales celebrarán su cumbre en Japón el próximo mes.
Hay muchas expectativas puestas en que los dirigentes occidentales que asisten a la reunión puedan reafirmar su sincero compromiso de fomentar el diálogo y eliminar los malentendidos y la desconfianza con otras naciones, a fin de promover la paz y estabilidad del mundo y erradicar la causa esencial de la tragedia de Hiroshima.
Sólo en ese sentido el encuentro de Hiroshima podrá adaptarse a la definición que sobre él hizo Kerry cuando aseguró que "no es sobre el pasado", sino "sobre el presente y el futuro".