BEIJING, 26 feb (Xinhua) -- La ciudad china de Shanghai dará la bienvenida a los ministros de Finanzas y los gobernadores de los bancos centrales por la celebración el viernes y el sábado de la primera gran reunión del Grupo de los 20 (G20) en este 2015. El encuentro debe evitar ser solo un programa de entrevistas.
El crecimiento desigual en las principales economías ha provocado enormes disparidades en las políticas monetarias: la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) incrementó el diciembre pasado la tasa de interés, el Banco de Japón lanzó tasas de interés negativas en enero, y el Banco Central Europeo está en camino de una flexibilización monetaria más agresiva.
Las diferentes opciones políticas tomadas por los países de altos ingresos han planteado un gran desafío a los países emergentes. Como el dinero especulativo vuelve a Estados Unidos, las burbujas de activos podrían desplomarse, el crecimiento se volvería tibio y las reformas estructurales podrían tener que detenerse.
Además, las tasas de interés bajas en Japón y en Europa podrían desencadenar una devaluación competitiva, una política de empobrecer al vecino que básicamente pone la estabilidad financiera en riesgo.
A pesar de que la perspectiva crecimiento se haya debilitado, las tensiones monetarias globales en los meses recientes están lejos de una verdadera crisis económica. Pero no es excusa para la inacción. El G20 no debe degenerar en un mecanismo de gestión de las crisis. Con o sin problemas delante de ellas, se necesita la acción colectiva de las principales economías mundiales con el fin de reforzar una amortiguamiento efectivo contra las dificultades económicas y financieras.
Al presidir el G20 de este año, China está haciendo un gran esfuerzo para inyectar nuevo vigor en el sistema de coordinación global. El país desempeñará un papel activo en el enriquecimiento del G20 y en garantizar una cumbre sustancial este año, aunque un mecanismo de coordinación global realmente válido depende de la voluntad política de cada miembro participante.
Más que enfocarse solo en las condiciones económicas internas, los grandes bancos centrales, especialmente la Fed, deben tomar en consideración implicaciones más amplias para su política monetaria. A través de sus programas de flexibilización cuantitativa, la Fed ha inyectado dinero en el resto del mundo, haciendo subir los precios de los activos cuando luchaba contra la recesión en su país. Ahora, un nuevo ajuste podrá asestar otro golpe a las economías emergentes.
La reciente volatilidad en los mercados de divisas y valores sirve como un nuevo recordatorio de la fragilidad del sistema financiero global. Ocho años después de la crisis financiera global de 2008, existe aún poco espacio para la complacencia de los actores mundiales que se dan cita en Shanghai.
China, por su parte, jugará un papel constructivo en intensificar la red de seguridad para el sistema financiero global. El Banco Popular de China ha convocado una conferencia de prensa antes de la inauguración de la reunión del G20 el viernes, lo que demuestra un rol activo a la hora de comunicarse con el mercado sobre su propuesta de gestión de la tasa de divisas.
A mayores de presidir la reunión de Shanghai, que se espera sea exitosa, China hablará al mundo sobre su realidad económica y dará una idea general de los pasos que planea tomar para reformar su economía, a fin de disipar las dudas equivocadas acerca las perspectivas económicas del país.
De la gestión de divisas a los problemas de sobrecapacidad, China tiene un trabajo diseñado con el fin de convencer los pesimistas sobre la salud económica del país. Solo eso supondrá una gran contribución al crecimiento global y a la estabilidad financiera.