Unos 100 aldeanos, incluidos niños, mujeres y ancianos, fueron asesinados, y más de 70 de sus viviendas fueron quemadas, relata el criminal de guerra.
Shirasu también confesó la violación de numerosas mujeres chinas y coreanas, así como torturas a civiles.
Unos de los casos más brutales se produjo en abril de 1945 en el distrito de Xiangyang de Hubei. Shirasu cuenta que "violó a una niña de 12 años amenazándola con una bayoneta, lo que le causó la rasgadura de su vulva".