Por Pau Ramírez
RIO DE JANEIRO, 19 ago (Xinhua) -- A falta de menos de un año para que inicien los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, el próximo 5 de agosto, lo cierto es que el andamiento de las obras para la gran cita del deporte mundial en la ciudad carioca siembran aún muchas dudas.
En comparación con los Juegos de Londres 2012, que a un año de la inauguración tenía listas el 88 por ciento de sus infraestructuras, los de Río 2016 se encuentran con bastantes más obras pendientes, pero con menos que los de Atenas 2004, según el Comité Olímpico Internacional (COI).
La Autoridad Pública Olímpica, que coordina a las diferentes administraciones, no ofrece todavía una cifra sobre el porcentaje de obra terminada y actualizará el documento sobre el progreso de las instalaciones a fines de agosto.
"Es muy posible que en la ceremonia de apertura tengamos la oportunidad de apretar las manos de, algunos obreros terminando las obras, pero creo que todos nos encantaremos con la hospitalidad y el entusiamo de los brasileños", comentó en su última visita a la ciudad el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach.
Varias de las obras que hay ahora mismo en toda Río de Janeiro van con retraso, pero nadie duda ya sobre la celebración de los Juegos. El tráfico de Río sigue sufriendo intensamente por la construcción del metro y las obras del Parque Olímpico Deodoro siguen necesitando tres turnos para evitar una catástrofe en principio descartada, pero algunas instalaciones son ya una realidad.
La Villa Olímpica de Barra de Tijuca, que alojará a 18.000 atletas en 3.600 apartamentos, está ya con más del 85 por ciento de sus obras finalizadas. Es más: se han comenzado incluso a vender las viviendas para uso posterior a los Juegos: fueron construidos con financiación privada, como la mayoría de las obras (el alcalde Eduardo Paes presume de que son las Olimpiadas "más baratas de la historia").
La gran preocupación ahora mismo no es en una obra física, y sí en la descontaminación de las aguas de la Bahía de Guanabara, donde deberán celebrarse competiciones de vela, windsurf, triatlón y natación.
Al presentar su candidatura, las autoridades cariocas se comprometieron a limpiar el 80 por ciento de las aguas de la negra y putrefacta Bahía, en lo que era uno de los principales legados que los JJOO iban a dejar en la "Ciudad Maravillosa".
La limpieza de un 80 por ciento de las aguas de la Bahía fue una de las principales promesas del proyecto que ganó la selección de los Juegos 2016. No obstante, a menos de un año para que empiecen los Juegos, el propio Gobernador de Río de Janeiro, Luiz Fernando Pezao, ya ha admitido que no se podrá cumplir la promesa.
El mal estado de las aguas, donde van a parar directamente los deshechos humanos de millones de personas que viven en humildes ciudades de la región metropolitana de Río de Janeiro, ha provoado ya las quejas de varios regatistas y hasta de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que le pidió al COI que haga nuevos exámenes en las aguas de la Bahía para evaluar los riesgos de enfermedades entre los competidores.
Un estudio divulgado hace unos días revelaba la presencia de virus capaces de causar enfermedades como hepatitis, y que en algunos análisis llegaban a un nivel 1,7 millones de veces superior a lo que sería considerado aceptable en una playa de California.
No muy lejos de la Bahía, y aun nivel inferior pero, el mismo caso se repite: en un evento de prueba realizado hace unos días en la Lagoa Rodrigo de Freitas, en pleno corazón del barrio de Ipanema y donde se deben celebrar las pruebas de remo, los Estados Unidos se quejaron de que 13 de sus atletas sufrieron fuertes dolores estomacales por haber tragado agua de la laguna mientras competían.
Otra parte de las criticas a los Juegos viene en el alto coste de las obras, que ya superaron su presupuesto inicial en más de un 35 por ciento (unos 13.300 millones de dólares).
Por suerte para la organización, Río de Janeiro y Brasil parecen más pendientes ahora mismo de superar la grave crisis política y económica que vive el país.
Con una presidenta que cuenta con una popularidad del 8 por ciento (mínimo histórica) y una recesión prevista para este año del 2 por ciento, las obras de los Juegos Olímpicos y los posibles desvios y sobrefacturación de su presupuesto no es el principal foco de atención de la población, más preocupada con una inflación superior al 9 por ciento, una tasa de desempleo al alza y una sensación de un aumento de la violencia, algo que había logrado rebajarse durante la disputa del Mundial de fútbol del año pasado.