Por Victoria Argüello y Noemí Galbán
CARACAS, 21 jul (Xinhua) -- El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos para muchos ha sellado el inicio de una "nueva era" en los vínculos de la nación norteña con América Latina, una frase polémica y sujeta a disímiles interpretaciones.
Mientras para algunos el cándido optimismo les impide dilucidar una parte importante de la realidad que circunda el hecho, otros asumen con reserva la complejidad de los términos y los incorporan a un escenario bilateral, regional e internacional convulso e incierto.
Aunque el mundo celebró este lunes la reapertura de las embajadas de Cuba y Estados Unidos en las respectivas capitales de ambos países, el escepticismo continúa marcando el acontecimiento de por sí histórico pero no altruista, sobre todo desde la perspectiva de la Casa Blanca.
Tal postura quedó evidenciada este 20 de julio, cuando en rueda de prensa, tras sostener un encuentro en Washington con el canciller caribeño Bruno Rodríguez, el secretario de Estado norteamericano John Kerry esbozó las pretensiones de este acercamiento que está lejos de ser fortuito.
"Esperamos que nuestras relaciones diplomáticas con Cuba puedan animar a un mayor diálogo con Venezuela", comentó el funcionario, al tiempo que se mostró esperanzado de "encontrar una mejor vía hacia adelante", pese a las recientes tensiones entre los dos países y las profundas diferencias políticas existentes entre ambos sistemas socio-económicos.
Asimismo, Kerry afirmó que su gobierno no va a "desbordarse con expresiones de excesivo optimismo" sobre la posibilidad de mejores relaciones en intereses comunes con Caracas.
Estas declaraciones amplían al infinito las interrogantes relacionadas con el tema, y llaman a la suspicacia ante la presentación de un mensaje que debe leerse cuidadosamente entrelíneas.
"Estados Unidos, ha entrado en una etapa de revisión a su política exterior contra Venezuela y contra América Latina en su conjunto, por lo que comenzó a tratar de hacer control de daños ante la opinión pública internacional debido a la derrota sufrida en la VII Cumbre de las Américas de Panamá en abril pasado", manifestó a Xinhua el politólogo venezolano, Basem Tajeldine.
En la cita, el respaldo unánime recibido por Caracas frente a las "agresiones" de Washington constituyó una demostración del nivel de desarrollo político que han adquirido los nuevos organismos de integración como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), la Alianza para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), los cuales han venido alcanzando protagonismo en el continente.
Por ese motivo, y a pesar de que las conversaciones con Cuba ya formaban parte de la agenda de la Casa Blanca, a juicio del experto, todo forma parte de una reconfiguración de la política exterior de Estados Unidos.
Sujeta esta última a la determinación de la potencia del norte por desarrollar nuevos escenarios para desestabilizar la región a partir del empleo de nuevas estrategias que no revelen su participación directa.
"El objetivo final no se limita solamente a destruir la Revolución Bolivariana, sino a atentar contra la unidad que se ha venido construyendo en la última década en América Latina, porque derrocando a Venezuela estarían asestando un duro golpe a todos los procesos de integración motivados en su mayoría por el fervor y la pasión que le imprimió Hugo Chávez", recordó Tajeldine.
Similar punto de vista compartió con Xinhua el analista internacional, Tony Boza, quien confirmó esta tesis y se refirió a otros aspectos que develan los verdaderos intereses de la Casa Blanca, "camuflados" con "actos de buena voluntad", como el restablecimiento de relaciones diplomáticas con La Habana.
"Eso es parte de un discurso que tiene varios objetivos, por eso Estados Unidos viene aplicando fórmulas conjuntas, simultáneas y concurrentes. Por un lado, minar la unidad latinoamericana con ofertas muy cuestionables por cierto. Tal es el caso de la Iniciativa para la Seguridad Energética del Caribe, una clara estrategia para desestabilizar las relaciones de Venezuela con la Comunidad del Caribe (Caricom) y destruir el Acuerdo Energético Petrocaribe", señaló.
Al tiempo que por el otro extremo promueven diferendos entre las naciones del área, como por ejemplo el conflicto territorial entre Guyana y Caracas por la soberanía del Esequibo, una zona en reclamación desde hace más de un siglo y rica en recursos naturales.
No obstante estas intromisiones, Washington ha emprendido también la ruta diplomática con Venezuela al enviar al consejero del Departamento de Estado, Thomas Shannon, como negociador en las conversaciones sostenidas con autoridades suramericanas.
"Hay otro punto a destacar y es que la administración de Barack Obama está llegando a su etapa final, no tendría mucho capital político que perder y por ende estaría buscando una especie de acercamiento para conciliar algunas acciones y esclarecer las coincidencias que puedan tener ambos gobiernos en relación a diversos temas", consideró Tajeldine.
Una aproximación definida por el internacionalista como "fachada" y concebida en el marco de una sostenida política hostil por parte de Estados Unidos contra Caracas, lo cual se demuestra con la exposición de varios ejemplos.
Uno de ellos es la vigencia de la orden ejecutiva firmada en marzo pasado por Obama, donde catalogó a Venezuela como "una amenaza inusual y extraordinaria" para la seguridad de Washington.
"Es una especie de protocolo formal que significa una amenaza perpetua colocada por Estados Unidos como una bomba de tiempo contra la soberanía de Venezuela y de cualquier otra nación de Latinoamérica", precisó Boza.
A esto se suman la permanencia de las sanciones emitidas por el Congreso norteamericano a funcionarios de este país suramericano acusados de "violar los derechos humanos", y las recientes declaraciones del jefe del Comando Sur de Estados Unidos, general Jhon Kelly, quien cuestionó la voluntad y la acción del gobierno venezolano para combatir el tráfico de drogas.
Al respecto, Tajeldine insistió en que estas contradicciones reflejan "esa doble faceta de los Estados Unidos que conviene mostrar en este momento", a partir de la exposición a la opinión pública internacional de una "cara benevolente", aunque no menos agresiva.
Mientras, los lobbys financieros, principales responsables de pautar la política exterior estadounidense en pro de sus intereses económicos y geopolíticos, concilian con los candidatos para determinar el rumbo a seguir.
Por esa razón, Tajeldine opinó que no existirá diferencia entre un eventual vencedor demócrata o republicano en los comicios presidenciales previstos en la nación norteña para el próximo año.
"Un rostro femenino (Hillary Clinton) podría refrescar la imagen de esta potencia que presentó al mundo una nueva promesa de cambio con la llegada al poder del primer presidente afroamericano. Pero como sucedió con Obama, la vida al final nos demostrará que otro barniz no es sinónimo de cambio de política; esta seguirá siendo la misma", afirmó.
Del mismo modo, el politólogo venezolano comentó que la hostilidad y el permanente interés por "perpetuar su hegemonía a toda costa en la región, porque en el mundo ya la perdieron", son y serán las principales características que definen la política exterior de Washington.
En medio de este contexto está Cuba, inquebrantable en la defensa de su autodeterminación y en la exigencia a Washington de respetar los principios que hicieron de esa pequeña Isla un referente para el resto de Latinoamérica, y principalmente para Venezuela.
Así lo confirmó el canciller Bruno Rodríguez cuando expresó la disposición de La Habana de "trabajar para fundar unas relaciones nuevas y distintas a todo lo anterior, ratificamos la voluntad hacia la normalización con Estados Unidos pero sin menoscabo de la independencia".
El ministro de Exteriores también expuso que sólo la eliminación del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto desde 1962 de manera unilateral por Washington; la devolución del territorio ocupado en Guantánamo y el respeto a la soberanía de la nación caribeña, darán sentido al hecho histórico que ambos pueblos vivieron este 20 de julio.
Una postura eminentemente nacionalista que fija, además, el rumbo a seguir por las restantes naciones del continente y que ha sido de igual forma expuesta por Venezuela en todos los escenarios internacionales.
Ese es el principal reclamo de América Latina a Estados Unidos, una demanda acorde al "cambio de época" que está viviendo la región, tal y como lo definió el presidente ecuatoriano Rafael Correa.