Especial: Diego y el frío que no se olvida, la dura realidad de la niñez migrante detenida en Estados Unidos | Spanish.xinhuanet.com

Especial: Diego y el frío que no se olvida, la dura realidad de la niñez migrante detenida en Estados Unidos

spanish.news.cn| 2025-06-01 12:24:00|
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Por José Gabriel Martínez y Douglas Martínez

SAN SALVADOR, 31 may (Xinhua) -- Diego tenía solo seis años cuando emprendió, junto a su madre Iris y su hermanita de un año y medio, un largo y arriesgado viaje desde El Salvador hacia Estados Unidos.

Durante casi un mes recorrieron caminos peligrosos, se enfrentaron al miedo constante, al hambre, al sol, la lluvia y la incertidumbre. Pero lo peor, asegura Iris, no fue el trayecto, sino lo que vino después: la detención en la frontera estadounidense y la reclusión en lo que muchos conocen como "hieleras", centros de detención con temperaturas extremadamente bajas, administrados por las autoridades migratorias de Estados Unidos.

"Ese frío no se olvida", dice Iris, "te cala hasta los huesos. Y lo peor es ver a tus hijos temblando, sin poder hacer nada".

Durante cuatro días, Diego y su familia durmieron sobre el suelo, cubiertos únicamente con mantas térmicas hechas de algo que les pareció como "papel aluminio". El aire acondicionado permanecía encendido las 24 horas, pero era durante la madrugada cuando más bajaban la temperatura, relata Iris.

"No había dónde sentarse ni cómo acostarse. Estábamos todos apretados, mojados, sucios. Nos daban suero con agua para alimentarnos. A la niña le quitaron el biberón y lo tiraron a la basura", recuerda con la voz quebrada.

Diego, que hasta ese momento había sido un niño risueño, curioso y hablador, comenzó a retraerse. "Ya no quería hablar, se me quedaba viendo sin decir nada. Se quejaba del estómago, se tocaba el pecho y decía que le dolía, pero no sabíamos si era por el frío, el hambre o el miedo", observa su madre.

El trato recibido por parte de algunos agentes fue, según Iris, deshumanizante. "Una oficial le gritaba a la gente, los empujaba. A otros les quitaban la comida si lloraban. Yo no decía nada porque tenía miedo de que me separaran de mis hijos", señala.

Pocos días después, fueron deportados a El Salvador sin ninguna explicación formal, tras haber permanecido incomunicados durante todo el proceso.

De vuelta a casa, Diego no hablaba sobre lo sucedido. No fue hasta meses después, con ayuda psicológica, cuando comenzó a narrar lo vivido. "Me decía que tenía frío en la espalda, que sentía que no podía dormir porque el piso lo quemaba de tan helado que estaba. Que lo trataban como si fuera malo", revela Iris.

El psicólogo Salvador Camillo, del Instituto Salvadoreño del Migrante, fue uno de los profesionales que atendió a Diego como parte de un programa de atención a niñez emigrante retornada.

"Desde cualquier punto de vista, no es justo. A nadie se le debería someter a ese tipo de injusticias (...) Los tratan mal, los ultrajan, los humillan, les disminuyen su dignidad como parte de una rutina que los deshumaniza", denuncia Camillo, para quien en casos como estos las autoridades de todos los países deberían "apelar al uso de la justicia".

Camillo explica que, a su regreso a El Salvador, Diego presentaba varios síntomas de "depresión, tristeza aguda, pérdida de apetito, incomodidad, falta de concentración".

"Todos son síntomas que reflejan una situación de trauma vivida en condiciones sumamente adversas. El daño psicológico que un niño puede tener bajo esas circunstancias puede ser permanente y, si no se atiende en el momento del regreso, puede ser que los daños afectivos y emocionales sean a largo plazo y no se puedan remediar", diagnostica.

El caso de Diego no es aislado. Informes recientes de organizaciones de la sociedad civil dedicadas a la defensa de los derechos de los migrantes revelan cientos de denuncias sobre el trato cruel y degradante que sufren niñas y niños migrantes detenidos por la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos.

Entre 2023 y 2024, un reporte documentó 314 quejas de menores entre cinco y 17 años, provenientes de 21 países. Uno de cada diez reportó abuso físico. Y casi cuatro de cada diez dijeron haber sufrido insultos y gritos constantes. También se denunciaron separaciones forzadas de cuidadores, condiciones insalubres, temperaturas muy bajas, privación del sueño y alimentación inadecuada.

Las críticas se han intensificado con la reciente reapertura de centros de detención familiar como el de Dilley, Texas, con capacidad para albergar a más de 2.000 personas. Diversas organizaciones han advertido de que estos espacios no están diseñados para garantizar el bienestar físico y mental de los menores. Y que su uso contradice los principios de protección internacional de la infancia.

Además, hay preocupación por los intentos del Gobierno estadounidense de desmantelar el Acuerdo de Flores que, desde 1997, establece estándares mínimos para la detención de menores migrantes como son limitar la duración y unas condiciones adecuadas. La eliminación de estas garantías podría agravar todavía más la situación de los niños como Diego.

"Se supone que existen los derechos humanos ¿Dónde están?", cuestiona Iris. "¿Por qué a un niño de seis años se le hace pasar por esto? ¿Por qué no hay leyes que los protejan más? No somos criminales, solo buscábamos vivir", apunta.

En El Salvador, Diego ha comenzado a recuperarse poco a poco, aunque el proceso es largo. Iris ha tenido que buscar ayuda emocional para ella también. "A veces lo veo durmiendo. Y lo abrazo fuerte para que no sienta más ese frío", dice, "porque ese frío no se olvida, se queda adentro". 

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