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TEGUCIGALPA, 8 feb (Xinhua) -- El avión aterrizó en Honduras con un golpe seco, como si simbolizara la brutalidad con la que Ángel fue arrancado de su "sueño" en Estados Unidos e incluso no quería ni dar su nombre real porque el miedo aún lo paralizaba.
Había pasado un año detenido por las autoridades migratorias estadounidenses con la esperanza de que su situación cambiara y que le permitieran quedarse para construir una nueva vida lejos de la pobreza e inseguridad que vivió en su país de origen, situación que le empujó a dejar atrás a los suyos para buscar un mejor futuro.
Pero al final de su historia en el país del norte llegó con grilletes en las muñecas y la humillación de ser tratado como un delincuente, luego de que los oficiales estadounidenses lo subieron al avión y lo esposaron.
"Nos tratan como si fuéramos criminales", contó con rabia contenida el ciudadano hondureño deportado de Estados Unidos.
Ángel no entendía el por qué de su deportación, si lo único que había hecho era intentar conseguir mejores oportunidades de vida.
"No somos ningunos delincuentes para que nos traigan así como animales", repitió con voz cargada de indignación.
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Según describió, no hubo miradas de compasión en los agentes de migración, ni palabras de aliento, solamente órdenes secas y la frialdad de un sistema que no le veía como un ser humano, sino como una cifra más en las estadísticas de deportación.
Ángel es uno de los cerca de 350 migrantes hondureños deportados por Estados Unidos el 31 de enero pasado en cuatro vuelos, los primeros que arribaron al país centroamericano desde que el republicano Donald Trump inició su segundo mandato como presidente estadounidense.
El ciudadano hondureño es también uno de los miles de latinoamericanos deportados hacia su país de origen en las últimas dos semanas bajo la administración Trump, a tono con la promesa de campaña del político republicano de emprender deportaciones masivas de migrantes indocumentados, a los que criminaliza en su retórica y culpa de varios de los males que aquejan a Estados Unidos.
Entre las historias que se repiten en este flujo constante de deportaciones, se encuentran relatos desgarradores de familias separadas, sueños rotos y el retorno a un país que en muchos casos no les ofrece a los deportados las condiciones necesarias para reintegrarse de manera digna.
El canciller de Honduras, Enrique Reina, dijo a Xinhua que aproximadamente 250.000 hondureños, de los más de un millón que están en Estados Unidos, se encuentran en una situación migratoria irregular y están expuestos a ser deportados.
Otro hondureño que fue retornado el 31 de enero pasado es Jorge Baines, quien compartió la angustia vivida.
"Yo tenía mis citas, me presentaba semana a semana, pero la semana pasada me detuvieron cuando salía de mi apartamento. Estaba con mi niño, lo llevaba a la escuela cuando me agarraron", contó Baines.
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Jorge llevaba más de dos años en Estados Unidos con trabajo en la construcción, país donde pagaba sus impuestos y cumplía con los requisitos legales del proceso de asilo.
Su vida, sin embargo, dio un giro abrupto cuando fue arrestado sin previo aviso: "No entendí por qué me deportaron. No cometí ningún delito".
A pesar de sus esfuerzos por regularizar su situación, Jorge fue devuelto a Honduras con lo que dejó atrás amigos y familia, en un país que no parece ofrecerle la estabilidad que tanto deseaba.
La situación de los deportados es aún más grave cuando se considera el trato que reciben durante el proceso de deportación, aunque el Gobierno hondureño ha procurado que los migrantes sean recibidos con dignidad porque los relatos de abuso son comunes.
La ministra de Derechos Humanos, Angélica Álvarez, enfatizó que el Gobierno de la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, ha exigido que los migrantes no sean tratados como criminales, aunque varios han referido que viajaron esposados y que fueron despojados del incómodo accesorio antes de llegar a suelo hondureño.
Algunos de ellos aún sufren por el trato despectivo tenido por parte de las autoridades estadounidenses durante el proceso de repatriación.
"Nos tratan como perros", han expresado varios hondureños que fueron deportados y que llegaron a su país de origen con grilletes y esposados.
El Gobierno hondureño ha implementado en tal sentido el programa "Hermano y hermana, vuelve a casa" para apoyar a los connacionales deportados, al proporcionarles una bonificación económica de unos 100 dólares, apoyo adicional en alimentación y la posibilidad de acceder a un "capital semilla" de 1.000 dólares para emprender un negocio.
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Pero a pesar de los esfuerzos del Gobierno para ofrecer oportunidades de reintegración, muchas de las razones que empujaron a personas como Jorge y Ángel a abandonar el país persisten.
De ahí que gobiernos de países como Honduras, México y otros de la región insistan ante Estados Unidos sobre la importancia de atender las causas de origen de la migración.
Las condiciones en las que se han producido varias de las deportaciones de migrantes desde Estados Unidos reflejan también una crítica más amplia a las políticas migratorias de ese país, que según diversos actores políticos y sociales no están enfocadas en los derechos humanos de los migrantes.
La ministra Álvarez subrayó que la estigmatización como delincuentes de los migrantes hondureños y de otras nacionalidades es un error grave, dado que solo una fracción mínima de los deportados tiene antecedentes penales.
"No somos criminales", repitieron Ángel y Jorge, así como muchos otros de los deportados, cuyo regreso forzoso a su tierra natal no borra los recuerdos de sus esfuerzos, ni el dolor de ver sus sueños desmoronados.
Aunque truncada por las circunstancias, la esperanza sigue viva en cada uno de estos migrantes pese a todo lo vivido.