Por José Gabriel Martínez y Wu Hao
CIUDAD JUÁREZ, México, 5 feb (Xinhua) -- Bajo el resplandor inclemente del sol del desierto y las sombras de una frontera endurecida, una ingente cantidad de migrantes, sin un patrón de número o frecuencia, han cruzado a pie en las últimas dos semanas el puente internacional Paso del Norte desde Estados Unidos con destino a Ciudad Juárez, en el estado mexicano de Chihuahua.
Para muchos, este paso significa el fin del "sueño americano" que les empujó a abandonar su lugar de origen. Ahora, son deportados desde Estados Unidos, entregados a la incertidumbre de un lado de la frontera.
CAZA DE BRUJAS
Vladimir Clavijo, un colombiano de 28 años, es uno de los deportados. "Me tocó la suerte de un operativo", dice con amargura. "Hicieron una especie de redada por todas las calles. Empezaron, le digo yo, como una cacería de brujas. Ni siquiera preguntaban, simplemente con la cara ya asumían que uno era inmigrante", contó a Xinhua.
Vladimir llevaba casi tres años en Estados Unidos, resistiendo la precariedad, aferrándose en vano al ideal de mejorar su situación. "Más que un sueño, viví una pesadilla", confesó.
Su arresto en Texas fue rápido y despiadado. Sin explicaciones, ni proceso legal, fue subido a una patrulla y trasladado hasta el puente fronterizo.
"No nos preguntaron (de) qué nacionalidad éramos ni nada, simplemente estaban sacando a la gente por sacarla. Fue humillante la forma en la que lo hicieron", apuntó.
Como Vladimir, cientos de migrantes de distintas nacionalidades son deportados diariamente a territorio mexicano, consecuencia de decisiones unilaterales de la actual Administración estadounidense, encabezada por el presidente Donald Trump.
Tales decisiones habitualmente causan tensiones en las ciudades fronterizas mexicanas, en tanto conllevan una saturación de migrantes que tensa las capacidades de respuesta humanitaria y de servicios esenciales de las autoridades locales.
Trump hizo de las "deportaciones masivas" de migrantes una de sus principales promesas de campaña, y las ha convertido ahora en una de sus principales políticas para frenar lo que califica como una "invasión" de migrantes, digna, a sus ojos, de declarar un estado de emergencia en la frontera con México y de movilizar en la zona a 1.500 militares.
CRECIENTE DISCRIMINACIÓN
Desde el pasado 20 de enero, cuando Trump inició su segundo mandato, las autoridades estadounidenses han intensificado las redadas y detenciones en ciudades fronterizas como El Paso, donde Vladimir fue capturado.
Su testimonio da cuenta de un endurecimiento en las políticas migratorias y de una creciente hostilidad social. Muchas veces, aseguró, las personas para las que hizo algún trabajo no le pagaron y lo amenazaron con que, de insistir o reclamar el pago, llamarían a las autoridades de inmigración.
La retórica oficialista del actual Gobierno de Estados Unidos y el discurso de sectores xenófobos han reforzado la discriminación y el perfilamiento racial en el país, convirtiendo la vida cotidiana de muchos migrantes en una constante persecución.
En los centros de detención, la acumulación de migrantes es masiva. Dominic Alfaro, originario del estado mexicano de Michoacán, relató su experiencia en un centro de El Paso antes de ser devuelto a Ciudad Juárez.
"Había aproximadamente más de 1.000 personas detenidas desde antes. Nos dijeron que nos iban a deportar en avión a Ciudad de México, pero nos sacaron por el paso terrestre de la frontera", detalló.
Un migrante que prefirió el anonimato, deportado junto a él, describió su breve intento por cruzar a Estados Unidos: "Apenas me crucé. Duré un día y me agarraron, frente a Juárez. No me dijeron nada, nada más me detuvieron y me llevaron a unos toldos. Había como 3.000 personas en el centro de detención, todas esperando ser deportadas".
Para él, el llamado "sueño americano" ha terminado. "No voy a intentar más cruzar", dijo, alegando la dificultad de la situación. "No se va a poder ahorita", agregó.
MÉXICO EXHIBE HUMANISMO
En los últimos años, México ha asumido relativamente el papel de contención migratoria para Estados Unidos, aceptando deportados de diversas nacionalidades, como Vladimir, quien ahora enfrenta la incertidumbre de un regreso a Colombia sin documentación.
"Me quitaron el pasaporte y nunca me lo quisieron entregar", dijo. Sin identificación, su retorno se vuelve una odisea.
La crisis actual evidencia dos enfoques divergentes ante la migración: mientras Estados Unidos ha optado por políticas restrictivas y punitivas, México ha mostrado una actitud más solidaria y humanitaria, buscando apoyar a los migrantes y repatriados en su proceso de reintegración.
El Gobierno mexicano ha implementado el programa "México te abraza" para atender a los deportados mexicanos, ofreciéndoles apoyo temporal en Ciudad Juárez y otras localidades fronterizas, así como ayuda económica para retornar a sus lugares de origen y facilitar el inicio del proceso de reinserción.
Sin embargo, los recursos son limitados frente al creciente flujo de migrantes y el alto volumen que se espera, de decenas de miles, y para el que el Gobierno construye campamentos e instalaciones temporales en ocho localidades fronterizas, como Ciudad Juárez.
Según cifras del Gobierno mexicano, del 20 al 28 de enero de este año fueron deportadas a México desde Estados Unidos 6.244 personas, de las cuales más de 4.500 son de nacionalidad mexicana.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha subrayado que su Gobierno es "humanista" y, por tanto, no criminalizará la migración, al tiempo que buscará atender a los retornados con dignidad.
"Nosotros, como mexicanos, si hay una persona extranjera en la frontera, por razones humanitarias no podemos, con -7 grados centígrados de temperatura en Ciudad Juárez, no atender a las personas; y hay coordinación permanente que ha existido en el pasado, no es algo nuevo", explicó la mandataria en una de sus conferencias de prensa matutinas la pasada semana.
En Ciudad Juárez, la frontera de la incertidumbre, los migrantes siguen llegando de un lado y otro, y su vida sigue entre albergues, cuya capacidad apunta a verse saturada en poco tiempo, y la esperanza de encontrar una nueva ruta, pese a que todo indica que no será posible en el futuro inmediato.
Para Vladimir, quien al menos ha encontrado en Ciudad Juárez el alivio de poder descansar tranquilo bajo un techo sin el temor a ser detenido en cualquier momento como en Estados Unidos, la actitud humanitaria que percibe en México le invita a no rendirse y seguir luchando por su futuro.
En contraste, el supuesto "sueño americano" ha quedado atrás, junto con sus pocas pertenencias y un viejo auto donde dormía. "Sueños, esperanzas ... y mi carro, que me lo quitaron", dijo con voz apagada.