Por Brasil Acosta Peña
MÉXICO, 21 jul (Xinhua) -- Los pasados 17 y 18 de julio del año en curso, en Bruselas, Bélgica, se reunieron dos importantes comunidades económicas, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que incluye a 33 países de la región, y la Unión Europea (UE), que incluye a 27 países.
Desde la última vez que estos dos bloques se juntaron hace ocho años, las condiciones económicas y sociales mundiales han cambiado significativamente y por eso es que llama profundamente la atención que, finalmente, se haya realizado este evento, donde se sintió la presencia de un gran ausente: Estados Unidos.
Es interesante de observar cómo, en este encuentro, se reúnen dos regiones que otrora mantuvieron un vínculo conquistado-conquistador. La región latinoamericana y caribeña fue subyugada de diferentes maneras a lo largo de la historia y hoy en día, desde mi punto de vista, son las dificultades económicas las que empujan, fundamentalmente a Europa, a recurrir a los 33 países que conforman la CELAC para robustecer su propio comercio.
Desde el último encuentro, en 2015, han sucedido varias cuestiones importantes: la pandemia, que paralizó al mundo y generó grandes contratiempos en las economías; el repunte de la economía China y el hostigamiento de los estadounidenses que, siguiendo su filosofía hegemónica, no quieren contrapesos a nivel mundial y, finalmente, la situación de Ucrania que ha generado una crisis económica, política y energética con Rusia, lo cual ha obligado a la UE a conseguir gas de Estados Unidos o Venezuela.
La CELAC cuenta con más de 600 millones de personas en una superficie de más de 20 millones de kilómetros cuadrados. En el pasado, dicha región ha actuado como proveedora de materias primas y receptora de productos europeos industrializados.
Pero hoy las condiciones son distintas, pues Europa ya no es hegemón del mundo como en el siglo XVI, sino que está sujeta a las decisiones de Estados Unidos, un país que a través de la imposición de sanciones a Rusia y a China, quiere debilitar también a Europa y obligarla a entrar en su juego.
Por lo tanto, la reunión de la UE con la CELAC puede entenderse como un instrumento con varios fines, a saber, quitarle mercado a China, ganar adeptos para la causa estadounidense y europea en contra de Rusia y aliviar las dificultades de colocar el exceso de capitales que hay en Europa y que no se puede invertir ni en Rusia ni en China por el perverso juego de Estados Unidos.
En el primer caso, se anunció una inversión en América Latina y el Caribe de 45.000 millones de euros hasta 2027, frente a los 12.024 millones de dólares de la inversión china en la región en 2022, según el último informe del Monitor de la OFDI china en América Latina y el Caribe, publicado en abril de 2023.
Sin embargo, con las restricciones derivadas de la guerra de semiconductores emprendida por Estados Unidos contra China, Washington busca dejar de depender de China y qué mejor que tener inversiones europeas "más confiables" en América Latina y el Caribe, una región que Estados Unidos considera históricamente como su "patio trasero".
En el segundo caso, desde antes de que iniciara la reunión se planteó con insistencia la famosa resolución conjunta que condenara a Rusia; sin embargo, no contaban con que los valientes nicaragüenses se opusieran a firmar dicha arbitrariedad y lograran frenar los intentos de obtener una respuesta hegemónica.
Una condena a Rusia significa un reconocimiento implícito a las atrocidades cometidas por Estados Unidos en Panamá, Irak, Vietnam y Afganistán, así como también una verificación de la entrega de las peligrosas y mortíferas bombas de racimo que, además de pertenecer a un viejo arsenal estadounidense, deberán pagar los ucranianos con su propio sudor.
Es así como la resolución tuvo que matizarse sin mencionar a Rusia, lo cual acabó siendo un logro de la resistencia de los países latinoamericanos.
En tercer lugar, si se cerró el mercado ruso por las sanciones estadounidenses, al tiempo que se obliga a los países europeos a sumarse a la guerra emprendida por Estados Unidos contra China, entonces el exceso de capital que ya no puede invertirse en esas regiones tiene que ir a América Latina y el Caribe, no sólo como oportunidad para invertir sino también para tener un mayor nivel de injerencia política sobre la región.
Lo cierto es que la actitud de los países latinoamericanos, como Colombia, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Brasil, Chile, no fueron para nada sumisas. Por el contrario, alzaron voces críticas en contra de los bloqueos y las recurrentes sanciones, medidas tomadas por los grandes poderosos, en tanto afecten sus intereses.
No se puede seguir viendo a Latinoamérica como proveedor de materias primas ni las inversiones europeas en la región deben ser una fuente de endeudamiento para luego someter a las naciones endeudadas.
Asimismo, es necesario que la Unión Europea haga verdaderos esfuerzos por reducir sus tasas de contaminación, pues si lo que se pretende es incrementar la inversión, pero también la contaminación, parece entonces que no se está buscando contribuir a mejorar las condiciones ambientales del mundo y, en este sentido, sigue prevaleciendo el interés económico por encima del humanitario.
Como vemos, la reunión no fue fácil. En otros tiempos, la sumisión latinoamericana era notable; pero hoy el encuentro CELAC-UE es una muestra de que la unidad de los pueblos puede poner un freno a la hegemonía de un solo país y se puede construir un mundo multipolar basado en el desarrollo conjunto y equilibrado.
(Brasil Acosta Peña es diputado federal de México)
(Las opiniones expresadas en este artículo son del autor y no necesariamente reflejan la postura de la Agencia de Noticias Xinhua)
