Por Cao Bin
LHASA, 28 abr (Xinhua) -- Cuando pasaba conduciendo por el majestuoso Palacio de Potala, en la región autónoma del Tíbet, en el suroeste de China, miré hacia la izquierda y me sorprendió un familiar logotipo de "%" contra el prístino fondo blanco. ¿Podría ser el inconfundible letrero de la popular marca de café?
Junto con un aumento de su presencia en las ciudades como Kioto, Berlín y Shanghai, % Arabica abrió su primera tienda en Lhasa en marzo, añadiendo un toque de modernidad cosmopolita al "techo del mundo".
Esa tarde, cautivado por la vista, fui directamente al café. Por costumbre, pedí una taza de café con leche. Era el mismo rico aroma y sabor que había impulsado tantos de mis días cuando trabajaba en Hong Kong. Pero, al tomar mi café en este nuevo escenario, la vista de montañas nevadas y el imponente Palacio de Potala resultó un marcado contraste al frenético bullicio de las calles de Hong Kong.
La dieta tradicional tibetana ha engendrado una profunda cultura del té, en la que los pastores toman té dulce y de mantequilla de yak para ayudar a digerir la carne de res y de cordero. Lo que es menos conocido es que los cafés aromáticos también se han convertido en una parte importante de la vida diaria, especialmente entre los jóvenes, al igual que en otras partes del país.
Al buscar cafeterías en Dianping, la versión china de Yelp, se producen más de 1.300 resultados en Lhasa, rivalizando con el número de teterías, que ofrecen unos 1.500 resultados.
Atraído por la curiosidad, investigué la historia de cuándo la bebida oscura abrió su camino en la meseta. Según los registros, el primer café en el Tíbet apareció en Gyangze, un distrito a unos 300 kilómetros al oeste de Lhasa, alrededor de la década de 1930. El café se conocía inicialmente como "Cikqia" en tibetano, que se traduce como "té quemado". Finalmente, la palabra "Gofee" pasó a ser usada como el nombre del café.
En 1959, la gente del Tíbet lanzó una reforma democrática que puso fin a la servidumbre feudal en la región y liberó a cerca de un millón de siervos, cifra que representaba más del 90 por ciento de la población total de la región en aquel momento. El Tíbet entró desde entonces en un período de desarrollo rápido.
En 2021, el ingreso disponible per cápita de los residentes urbanos en Lhasa era de 49.299 yuanes (unos 7.162 dólares), un crecimiento del 13 por ciento respecto al año anterior, y 1.887 yuanes más que el promedio nacional.
El Tíbet ha demostrado su rápida capacidad para adaptarse e integrarse en el mundo moderno.
Yungdrung Drolma, quien se gana la vida pintando en Lhasa, nombró su cuenta de WeChat como "grano de café".
La laboriosa mujer de 34 años de edad, quien pasa las noches despierta con frecuencia, ha considerado el café como una necesidad vital y vigorizante.
"Me enamoré del café de inmediato. Comencé con algo dulce, como un capuchino. Ahora sólo consumo americano, mientras más amargo, mejor", apunta.
Con el fin de atraer tanto a los jóvenes tibetanos como a los turistas, también se ha vuelto cada vez más común encontrar productos de café integrados con elementos tibetanos tradicionales.
A menudo disfruto una taza de moca de queso tibetano. Con trozos masticables de queso en su interior, la moca posee un intenso sabor y deja un aroma persistente en la boca.
Duan Jianan, un barista talentoso que trabaja en un café cerca de la calle Barkhor, ha creado una mezcla verdaderamente única: café de cebada fermentada de las tierras altas. Esta bebida popular combina granos de cebada de las tierras altas fermentados con café helado, convirtiéndose en un éxito instantáneo entre los clientes.
Durante la temporada alta, el café singular, a un precio de 48 yuanes por taza, puede vender más de 30 unidades al día. "Este es el producto característico de nuestra cafetería", manifestó Duan.
Durante mi estancia en el café donde trabaja Duan, tuve el placer de encontrar a Sonam, de 38 años de edad y profesora de una escuela primaria, quien tomó un descanso relajado junto con un compañero de trabajo durante su hora de almuerzo. Optaron por un café americano espumoso y un té con leche en el menú.
Sonam me contó que había nacido en la cercana ciudad de Shannan y asistió a la escuela en Beijing. Su primer encuentro con el café fue en una tienda Starbucks en la ciudad de Chengdu, capital de Sichuan, una provincia vecina del Tíbet. Pensó en aquel momento que la bebida era "muy exótica".
"Pienso que ahora el Tíbet tiene más contactos con el mundo exterior. A menudo los jóvenes salen de la región autónoma a estudiar, trabajar y viajar. Para ellos, es inevitable integrarse en la cultura cafetera", opinó. No podría estar más de acuerdo con su visión.
Si bien el té dulce tradicional y el té de mantequilla de yak se encuentran en cada esquina de Lhasa, hay algo innegablemente atractivo sobre la fragancia del café flotando en las calles.
Para mí, saborear una taza de café es una manera particular para experimentar la modernidad y la innovación de la ciudad.