EL CAIRO, 8 oct (Xinhua) -- El conflicto palestino-israelí alcanzó su triste marca de dos años el martes. Con la población de Gaza todavía atrapada en un ciclo de destrucción y desesperación, Medio Oriente se encuentra ahora en una encrucijada.
Los dos años de conflicto han dejado a la Franja de Gaza devastada y a su población en una situación desesperada. Más de 67.000 palestinos han muerto durante el conflicto. Y más de un millón han sido desplazados. Los barrios están en ruinas, los servicios básicos han colapsado y la crisis humanitaria se ha convertido en una de las tragedias más urgentes y duraderas del mundo.
Ante los estragos abrumadores desde el punto de vista humanitario, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, ha descrito a la Franja de Gaza, bajo incesantes bombardeos y bloqueos, como "el infierno en la tierra".
Una de las lecciones clave del conflicto de Gaza es que la fuerza no puede producir la paz y la violencia no puede garantizar la seguridad.
Las acciones de Israel en Gaza se basan en una ecuación simplista: los ataques continuados equivalen a amenazas neutralizadas. Sin embargo, el resultado ha sido lo contrario: no seguridad, sino mayor inseguridad; no estabilidad, sino una inestabilidad más profunda. El resultado no es un ciclo roto de violencia, sino uno más profundamente arraigado que nunca.
Durante los últimos dos años, las críticas a Israel y los llamados a un alto al fuego han resonado en todo el mundo. El Consejo de Seguridad de la ONU ha votado varias veces resoluciones que exigen el cese inmediato de las hostilidades, la reapertura de corredores humanitarios y la reanudación de las negociaciones políticas. Sin embargo, todos los esfuerzos han sido bloqueados por Estados Unidos. Las protestas callejeras, las manifestaciones públicas y las reclamaciones han mantenido en todo el mundo la petición de alto el fuego en Gaza al frente de la atención internacional.
Muchos países, incluida China, han trabajado activamente para facilitar la paz en Gaza, creando canales para el diálogo y abogando por una implementación renovada de la solución de dos Estados.
En conjunto, estos esfuerzos han confluido en un mensaje insistente: los combates deben cesar, el desastre humanitario debe terminar y Gaza no puede esperar más por la paz.
En los últimos meses, ha cobrado impulso una nueva ola de apoyo internacional para el reconocimiento formal de un Estado palestino. Algunas naciones occidentales, particularmente Francia, Gran Bretaña, Canadá, Australia y Portugal; han anunciado su reconocimiento del Estado de Palestina.
Hasta la fecha, más de 150 de los 193 estados miembros de las Naciones Unidas han reconocido el Estado de Palestina.
El progresivo reconocimiento internacional de Palestina es una respuesta a un proceso de paz estancado. Revela una creciente frustración global por la renuencia de Israel a cesar las hostilidades y refleja un consenso forjado por dos años de conflicto: la solución de dos Estados es el único camino viable hacia una paz duradera. Y los acuerdos políticos justos son requisito previo para una seguridad duradera en Medio Oriente.
El conflicto de Gaza es más que un conflicto regional: es una herida en la humanidad misma, que pone a prueba los límites de la gobernanza y la conciencia internacionales.
Contra el telón de fondo del incesante bombardeo y la catástrofe humanitaria en Gaza, la retórica de los "derechos humanos" y la "democracia" patrocinada por Washington suena hueca. Los principios de equidad y justicia han sido sacrificados por cálculos geopolíticos, exponiendo la bancarrota moral de ciertos países.
Es imperativo que todas las partes presten atención al llamamiento mundial de un alto el fuego inmediato, reanuden el diálogo por medios diplomáticos y trabajen en la implementación plena de la solución de dos Estados. Solo callando las armas y regresando al camino de la negociación se puede garantizar una paz, seguridad y dignidad duraderas tanto para los palestinos como para los israelíes. Y se puede restaurar una estabilidad real en la región.
