Por René Quenallata Paredes y Meng Yifei
LA PAZ, 24 ago (Xinhua) -- Bolivia atraviesa un momento de cambio político, con la fragmentación interna y desplome histórico en las urnas del izquierdista Movimiento al Socialismo (MAS) tras casi dos décadas de hegemonía, lo que ha abierto paso a un nuevo escenario, marcado por la irrupción de un binomio presidencial sin ideología definida y el retorno de una derecha liberal.
Por ellos, el balotaje en el que se medirán, el próximo 19 de octubre, representa un viraje en la narrativa democrática del país, consideró el analista político, abogado y experto en seguridad nacional José Ugarte describió, en entrevista con Xinhua.
El pasado 17 de agosto, los bolivianos acudieron a las urnas en unas elecciones que quedarán inscritas como el inicio de una nueva etapa política, luego de que el MAS, que desde 2005 había gobernado con holgadas elecciones con más del 50 por ciento de los votos, se desplomara a apenas un 3,17 por ciento, reflejo de sus divisiones internas, la crisis económica, el desgaste de gestión, la corrupción y un profundo anhelo ciudadano de renovación.
"Es un punto de inflexión. El voto boliviano en las elecciones de agosto marcó un antes y un después (...) La población buscaba un liderazgo distinto, no solo frente al desgaste del MAS, sino también frente a un sistema político que parecía no escuchar más a la gente", afirmó el analista.
En ese vacío, el Partido Demócrata Cristiano (PDC) irrumpió como protagonista sorpresivo e inesperado, logrando el 32,06 por ciento de los votos y consolidándose como la fuerza mejor posicionada. Con el binomio de Rodrigo Paz y Edmand Lara, el PDC capitalizó el descontento ciudadano.
"El 35 por ciento de indecisos, en su mayoría antiguos simpatizantes del MAS, un gran porcentaje decidió inclinarse por el binomio Paz-Lara. La población está cansada de ver a los mismos de siempre: un MAS desgastado y señalado como responsable de la crisis, y una derecha encabezada por viejos políticos como Jorge 'Tuto' Quiroga y Samuel Doria Medina, que no ofrecían renovación", sostuvo Ugarte.
"En ese escenario surgió un binomio que comenzó a perfilarse como alternativa", añadió.
A diferencia de los partidos tradicionales, el PDC apostó por una estrategia de contacto directo en las calles y un discurso de regeneración ética. Paz, hijo del expresidente Jaime Paz Zamora (1989-1993), y Lara, exoficial de policía, formaron una dupla que conectó con el malestar social.
"Esa combinación fue determinante: un político con trayectoria y un oficial, representan credibilidad y frescura. La gente sintió que no era solo un cambio de nombres, sino un cambio de reglas", explicó el experto.
EL DERRUMBE DEL MAS
El MAS, que gobernó casi de forma ininterrumpida desde 2006, llegó a las elecciones dividido en tres corrientes: la del expresidente Evo Morales (2006-2019), la del mandatario saliente Luis Arce y la del joven presidente del Senado, Andrónico Rodríguez.
La fractura, sumada al desencanto por el desgaste, derivó en una debacle inédita que se reflejó en las urnas con apenas un 3,17 por ciento de los votos.
Para Ugarte, el golpe simbólico fue aún mayor con el 19 por ciento de voto nulo, promovido por Morales en protesta por la inhabilitación de su candidatura.
"Evo ya no es el de 2005, pero sigue siendo un referente para un sector de la izquierda boliviana", consideró el analista, al tiempo que detalló que el "error fue no formar nuevos cuadros ni permitir autocrítica interna".
El especialista destacó que la corrupción se convirtió en el eje central del malestar ciudadano: los escándalos no solo golpearon al MAS, sino también a la policía, el sistema judicial y diversos ministerios, de los cuales la gente está cansada.
"Si no se toman medidas ejemplares, el país corre el riesgo de repetir ciclos de desconfianza. La población ya mira modelos internacionales, donde las penas son drásticas, para exigir sanciones más firmes", señaló.
"En Bolivia, la corrupción se volvió un mal transversal", sentenció.
ECONOMÍA EN JAQUE
Más allá de la política, el trasfondo es una economía en crisis marcada por distorsiones cambiarias, alta inflación, bajas reservas internacionales y subsidios insostenibles: mientras el tipo de cambio oficial permanece en 6,97 bolivianos por dólar, en el mercado paralelo llegó en su peor momento en mayo pasado en 20 bolivianos y ahora se cotiza hasta en 13,5.
"La brecha golpea el bolsillo de las familias, con incrementos de 100 por ciento en algunos productos básicos. Eso profundizó la molestia de la gente con el Gobierno y el MAS, lo que se tradujo de la crisis del partido oficialista hasta casi desaparecer", apuntó Ugarte.
Los subsidios a combustibles absorben miles de millones de dólares anuales y se han convertido en una carga difícil de sostener.
"El modelo económico está agotado (...) Se necesita una reforma seria, no solo para garantizar estabilidad, sino para sentar bases de desarrollo sostenible", advirtió el experto.
Enfatizó que la crisis de la izquierda boliviana es precisamente la división en el MAS y la ingobernabilidad que provocaron la crisis económica del país. "En síntesis son las causas del mal momento de la izquierda, el MAS en el país", añadió.
Otro punto central del debate fue el litio, uno de los recursos estratégicos de Bolivia. El país alberga una de las mayores reservas del mundo, pero sigue sin dar el salto hacia la industrialización.
"Sin industrialización, el litio no traerá futuro", alertó.
"Es hora de dejar de ver las materias primas solo como renta rápida y empezar a tratarlas como palancas de desarrollo", agregó.
UN NUEVO CICLO POLÍTICO
Para el analista, el derrumbe de los viejos partidos y la irrupción de nuevas figuras marcan la entrada de Bolivia en un ciclo inédito: "jóvenes dirigentes, líderes de clase media y voces emergentes como el capitán Lara empiezan a ocupar el espacio que antes monopolizaban caudillos tradicionales".
Consideró que la derrota del MAS en las elecciones del 17 de agosto pasado no solo significó el fin de dos décadas de dominio de la izquierda en Bolivia, sino que también abrió un terreno incierto en el que distintas fuerzas, alineadas a la derecha, intentan redefinir el rumbo político de un país marcado por el desgaste institucional, la fragmentación de los liderazgos y una economía golpeada.
Durante casi 20 años, el MAS y la figura de Morales dominaron la escena política con un proyecto que combinaba redistribución social, discurso indigenista y un Estado fuerte en sectores estratégicos.
"Ese modelo logró reducir la pobreza y consolidar un ciclo de crecimiento sostenido, pero en los últimos años comenzó a mostrar fisuras con el estancamiento de la producción hidrocarburífera, el aumento del déficit fiscal y una fuerte dependencia de las reservas internacionales que hoy están en mínimos históricos", aseveró.
Ugarte dijo que se perfila ahora un escenario más fragmentado y competitivo, pues ninguna fuerza logra, por sí sola, concentrar mayorías claras, y eso abre la posibilidad de pactos inéditos.
En pleno bicentenario de la independencia, en 2025, Bolivia encara el desafío de redefinir su identidad política y social.