Tras la historia del café: la lucha de África contra el colonialismo | Spanish.xinhuanet.com

Tras la historia del café: la lucha de África contra el colonialismo

spanish.news.cn| 2025-05-26 21:23:05|
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NAIROBI, 26 may (Xinhua) -- En un acogedor café ubicado en el distrito Karen de Nairobi, los granos de café keniano grado AA, de color castaño, son molidos, extraídos y elaborados cuidadosamente bajo la atenta mirada de un barista local.

El amargo se transforma en algo maravilloso, una brillante acidez florece, recordando a frutas tropicales maduras y jugosas. El aroma rápidamente impregna la habitación, vigorizando los sentidos.

África Oriental, donde se encuentra Kenia, comparte un vínculo inseparable con el café, mientras que Etiopía, en el Cuerno de África, es ampliamente reconocida como el lugar de nacimiento del café.

Granos especiales, como Kenya AA y Etiopía Yirgacheffe, son muy apreciados por los aficionados al café de todo el mundo. Y siguen siendo muy codiciados en el mercado mundial.

De "Originario de África" a "Fuera de África", el humilde grano de café carga con un doloroso legado de colonización y explotación.

Hoy en día, el mágico grano se ha convertido en símbolo de resiliencia y autosuficiencia para África y el Sur Global, siendo testigo del renovado ascenso de este último.

INESPERADO REGALO DE ÁFRICA

El café es, a menudo, considerado como un regalo inesperado de África.

La leyenda cuenta que, alrededor del año 800 de la era cristiana, en la región de Kaffa (sur de Etiopía), un pastor llamado Kaldi percibió que sus cabras se volvían inusualmente enérgicas y vivaces tras consumir bayas rojas de un arbusto desconocido.

Curioso, Kaldi probó las bayas él mismo y experimentó un efecto estimulante similar. Compartió el descubrimiento con un monasterio local, donde los monjes, escépticos al principio, finalmente encontraron que la bebida hecha de estas bayas les ayudaba a permanecer despiertos durante largas horas de oración.

El cuento, aunque probablemente apócrifo, es ampliamente aceptado como la historia sobre el origen del café, con la palabra "café" que, según se cree, deriva de "Kaffa", la región etíope donde fue descubierto por primera vez.

Hoy en día, el café sigue siendo parte integral de la cultura etíope, con expresiones como "Buna dabo naw (el café es nuestro pan)", que ilustran su importancia.

Se cree que la Arábica y Robusta, las dos variedades de grano de café predominantes a nivel mundial, tienen su origen en África. Los climas de las tierras altas del este de África proporcionan condiciones ideales para el cultivo de granos de Arábica, mientras que las regiones bajas del centro, oeste y partes del este de África son adecuadas para el cultivo de Robusta.

Ambas variedades juegan un papel crucial en la industria mundial del café, considerando las preferencias diversas de los consumidores y apoyando a las economías de las regiones productoras de café en todo el mundo.

La región de la Media Luna del Lago Victoria, con su terreno adecuado y clima tropical, ofrece un ambiente ideal para el cultivo del café Robusta. Esta zona, caracterizada por sus suelos fértiles y lluvias constantes, ha sido reconocida durante mucho tiempo como el hábitat nativo de los árboles silvestres del café Robusta.

Durante siglos, los árboles silvestres del café Robusta han prosperado en los bosques naturales de Uganda. Mucho antes de la llegada de los colonizadores europeos, el pueblo Baganda ya había comenzado a cultivar café.

Hoy en día, en las regiones tradicionales de cultivo de café, como las áreas que rodean el monte Elgon y las montañas Rwenzori, algunos antiguos árboles de café aún permanecen, dando testimonio sobre la herencia del café del país.

CEREZA DE CAFÉ Y LÁTIGO

"Tenía una granja en África, al pie de las colinas Ngong. El Ecuador corre a través de estas tierras altas, cien millas al norte, y la granja se encontraba a una altitud de más de seis mil pies".

La escritora danesa Karen Blixen comienza sus memorias de 1937, tituladas "Fuera de África", con esta línea icónica.

En el libro, Blixen relata sus experiencias de 1914 a 1931, durante las cuales dirigió una plantación de café en el África Oriental británica, actualmente Kenia.

Sus reflexiones proporcionan una visión sobre la complejidad del colonialismo y las transformaciones personales que experimentó durante su estancia en África.

A finales del siglo XIX, impulsadas por la avaricia, las potencias coloniales occidentales se apoderaron violentamente de las tierras de las comunidades indígenas en el este de África, estableciendo plantaciones para cultivos comerciales como el café.

En 1893, misioneros franceses introdujeron el café en Kenia plantando la primera semilla de la variedad Bourbon cerca de Nairobi, procedente de isla Reunión. Dos años más tarde, en 1895, el Gobierno británico declaró la región como el protectorado británico de África Oriental. Y, en 1920, se había convertido en la colonia de Kenia bajo dominio colonial británico directo.

Reconociendo la rentabilidad de los cultivos comerciales, la Administración colonial británica priorizó el cultivo del café. Identificaron las tierras altas centrales, caracterizadas por suelos volcánicos fértiles, elevaciones de entre 1.500 y 2.100 metros, además del clima templado, como ideales para el cultivo de café Arábica, lo cual condujo a la rápida comercialización del cultivo de café en Kenia.

La tierra fue uno de los principales objetivos del saqueo colonial. En 1902, la Administración colonial británica promulgó la Ordenanza de Tierras de la Corona, declarando todos los terrenos dentro del Protectorado de África Oriental como tierras de la corona bajo la autoridad del monarca británico.

Esta legislación permitía la venta o arriendo de parcelas de tierra de hasta 1.000 acres, por parte de funcionarios autorizados, con arrendamientos fijados habitualmente en 99 años. Las regiones más fértiles, sobre todo las tierras altas del centro de Kenia, fueron designadas como las "tierras altas blancas", reservadas exclusivamente para los colonos europeos.

Las comunidades indígenas, particularmente los pueblos Kikuyu y Kalenjin, fueron desplazadas por la fuerza de sus tierras ancestrales y reubicadas en reservas menos cultivables. Bajo estrictas políticas coloniales y gravámenes, muchos habitantes locales no solo perdieron sus tierras, sino que también se vieron obligados a servir como mano de obra barata en las granjas de los colonos.

Maina Kiarie, curador del museo Enzi de Kenia, explicó que la población de colonos europeos en las regiones designadas como las "tierras altas blancas", incluyendo Nanyuki, Nyahururu y el área de Uasin Gishu, era de aproximadamente 100 personas en 1903. Para 1950, este número había aumentado hasta más de ochenta mil.

En 1960, alrededor de 2.000 colonos europeos poseían granjas de más de 2.000 acres cada uno, reflejando la extensa concentración de la tierra entre los colonos europeos durante el período colonial.

En "Fuera de África", Blixen reflexiona sobre la explotación de los arriendos agrícolas locales por parte de los terratenientes europeos.

En su granja de 6.000 acres, aproximadamente 1.000 fueron cultivados por familias arrendadas. Estos inquilinos, cuyos padres también habían nacido y crecido en la finca, eran indígenas de la tierra, pero no tenían derechos de propiedad.

"Los ocupantes eran nativos, que vivían en la finca con sus familias y cultivaban sus pequeños 'shambas' allí. A cambio de esto, tenían que trabajar para mí un cierto número de días al año", escribió.

Durante la era colonial, los colonos europeos prohibieron a los kenianos indígenas cultivar café por su cuenta, recordó Karuga Macharia, vicepresidente de la Asociación Africana de Cafés Finos con sede en Kenia.

"Fueron expulsados por la fuerza de tierras fértiles. Y relegados a trabajar en plantaciones de café propiedad de los colonos, a menudo en condiciones de explotación", denunció Macharia a Xinhua.

La industria colonial del café se estructuró principalmente para la exportación de granos de café crudo a Europa, donde se procesaba y vendía, dejando a las comunidades locales con un beneficio económico mínimo pese a que el grano se cultivaba en sus tierras, indicó.

Mientras tanto, Chris Oluoch, director de programas de Comercio Justo África, ponderó el impacto duradero del colonialismo sobre la industria del café de Kenia.

Actualmente, los productores locales de Kenia se ven obligados frecuentemente a participar en el comercio del café mediante corporaciones multinacionales con sede en países occidentales, expuso.

Uganda, país vecino de Kenia, se convirtió en protectorado británico a finales del siglo XIX.

Durante el período colonial, las autoridades británicas promovieron activamente el cultivo del té, incentivando a la población local para que adoptase el té como su bebida principal.

Mientras tanto, la producción de café en Uganda estaba orientada casi exclusivamente a la exportación. Este enfoque orientado a la exportación significó que, pese a ser un gran productor de café, el consumo interno se mantuvo bajo mínimos.

En Uganda, el legado del colonialismo británico sigue influyendo sobre la percepción del café. Una marca de café llamada "kiboko", que significa "hipopótamo" en idioma swahili, también hace referencia a un látigo tradicionalmente hecho con cuero del animal.

Durante la época colonial, los vigilantes británicos usaban estos látigos para forzar a trabajar en las plantaciones cafeteras, lo cual condujo a asociar al café con el trabajo forzado entre los ugandeses.

Este contexto histórico ha contribuido a percibir el café como una "bebida del hombre blanco" en Uganda. Muchos lugareños tradicionalmente han visto el café, sobre todo, como un cultivo comercial para la exportación, en vez de una bebida para el consumo local.

 

INDEPENDENCIA Y LUCHAS

En las décadas de 1950 y 1960, África fue testigo del auge de los movimientos de liberación nacional.

El 12 de diciembre de 1963, Kenia obtuvo la independencia del dominio colonial británico. Sin embargo, la salida de los colonizadores no desmanteló las estructuras económicas que habían establecido.

El café, introducido durante la era colonial como principal cultivo comercial, se convirtió en un arma de doble filo para el desarrollo económico posterior a la independencia de Kenia.

Si bien generó ingresos en divisas, también contribuyó a la inseguridad alimentaria, la pobreza rural y las desigualdades enquistadas dentro de la cadena de valor agrícola.

Durante los primeros años posteriores a la independencia, el Gobierno de Kenia continuó el modelo económico colonial, asignando grandes extensiones de tierra al cultivo de materias primas agrícolas comerciales como café y té.

Este enfoque sobre la agricultura orientada a las exportaciones trajo ingresos del extranjero, pero marginó la producción de alimentos, lo cual llevó a una reducción de los suministros nacionales de comida.

Mientras comerciantes y exportadores aumentaban sus beneficios, muchos agricultores se empobrecieron. En las zonas rurales de Kenia, las protestas estallaron con frecuencia debido a los bajos precios ofrecidos por el café, evidenciando el descontento generalizado entre los pequeños agricultores.

En el corazón de Nairobi, un rascacielos de color blanco y verde, sede de la Bolsa de Café de Nairobi (NCE, siglas en inglés), sigue en pie. Establecida en 1935, la institución de la era colonial sigue dominando la exportación de café en Kenia.

"Seguimos siendo muy dependientes de los mercados internacionales, exportando principalmente granos de café semiprocesados. Como resultado, la mayoría de las ganancias son capturadas por los intermediarios y los países desarrollados, dejando a nuestros agricultores con solamente una fracción del valor final minorista", lamentó Dennis Munene Mwaniki, director ejecutivo del centro China-África del Instituto de Políticas de África de Kenia.

La mayor parte del café de Kenia se exporta en forma semiprocesada a través del NCE, un sistema establecido durante el Gobierno colonial, comentó, agregando que esta estructura limita el control de Kenia y su influencia sobre la cadena de valor del café.

"Este enfoque es una de las razones detrás de los desafíos que enfrenta la industria del café de Kenia actualmente", observó.

La fijación de precios en el NCE está determinada, en gran medida, por unos pocos compradores internacionales e intermediarios locales, dejando a los productores de café kenianos con pocas opciones más que aceptar los precios ofrecidos.

El modelo de negocio de la industria del café se basa en un tipo de neocolonialismo, dominado por un puñado de comerciantes transnacionales del café, cuyas ganancias son abundantes, rezó un comentario del sitio web The Conversation, de Australia.

"Más del 80 por ciento del café del mundo proviene de 25 millones de pequeños agricultores. Y el 60 por ciento es producido por agricultores en menos de 5 hectáreas. Muchos de ellos luchan por ganarse una vida decente", describió.

Los agricultores de café kenianos ejemplifican esta disparidad. Mientras que una taza de café en los cafés especializados europeos suele costar alrededor de 4 dólares estadounidenses, muchos trabajadores kenianos del café ganan como máximo 2,3 dólares al día.

Para Etiopía, a pesar del reconocimiento mundial y los altos precios minoristas del café etíope, solo alrededor del 5 al 10 por ciento del precio final al por menor vuelve a Etiopía.

La mayoría de los beneficios son capturados por distribuidores y corredores internacionales. En consecuencia, muchos agricultores etíopes de café ganan tan poco como 500 dólares al año, pese a su trabajo durante todo el año, según datos del Banco Mundial.

Mientras tanto, en Uganda, la industria del café es similar a la de otros países africanos, puesto que continúa lidiando con la herencia crónica de las estructuras económicas coloniales.

Nelson Tugume, presidente del Grupo Inspire África, declaró que esta profunda inequidad no solo desmoraliza a los productores de café, sino que también impide el desarrollo sostenible del sector cafetal africano.

Pidió una asignación más equitativa y razonable de la riqueza sustancial, generada por el comercio mundial del café, afirmando que los productores de café africanos merecen una parte más justa de los beneficios.

COMERCIO JUSTO Y COOPERACIÓN

El llamado para que África pase de ser un mero proveedor de materias primas en la industria mundial del café se está fortaleciendo en países productores de café como Kenia, Etiopía y Uganda.

Una de las estrategias de Kenia para lograr este objetivo ha sido la formación de cooperativas con pequeños productores de café.

Según la Asociación Africana de Cafés Finos (African Fine Coffees Association), el sector del café en Kenia comprende aproximadamente 800.000 pequeños agricultores, que están organizados en unas 500 cooperativas.

Con este modelo, los pequeños agricultores pueden reunir recursos, compartir conocimientos y mejorar la calidad y consistencia de su café.

Este enfoque colectivo no solo empodera a los agricultores económicamente, sino que también contribuye al desarrollo sostenible de la industria del café en Kenia, afirmó Karuga Macharia, vicepresidente de la asociación.

Explicó que, debido a la limitada disponibilidad de tierras adecuadas para el cultivo de café, la industria cafetera de Kenia está centrándose sobre el aumento de los rendimientos por árbol para aumentar la producción general sin ampliar las tierras de cultivo.

En la actualidad, las cooperativas están ayudando a los agricultores a mejorar los rendimientos por árbol. Y algunos informes indican que los árboles bien manejados pueden producir hasta 40 kilogramos al año, precisó Macharia.

En el condado de Kirinyaga, Kenia, la sociedad cooperativa de agricultores Mutira, que comprende aproximadamente 8.000 pequeños agricultores, está aprovechando los suelos volcánicos únicos de la región, además del clima favorable, para producir café de alta calidad que se demanda en el mercado internacional.

Víctor Munene, agrónomo de la cooperativa, señaló que esta organización proporciona fertilizantes y pesticidas a los agricultores mediante créditos, lo que permite devolver los préstamos tras entregar sus granos de café.

"Este sistema asegura que los agricultores puedan acceder a los insumos necesarios, incluso cuando carecen de fondos inmediatos, mejorando así tanto el rendimiento como la calidad de su café", expuso Munene.

Agregó que la cooperativa ofrece sesiones de capacitación en línea y presencial, así como consultas telefónicas, para apoyar a los agricultores.

Además, la cooperativa también contrata regularmente especialistas agrónomos para llevar a cabo el muestreo y análisis del suelo, lo que permite la identificación precisa de los nutrientes necesarios para el crecimiento óptimo de los cultivos.

En los últimos años, el Gobierno de Kenia ha intensificado sus esfuerzos para apoyar y reformar la industria cafetera del país mediante varias iniciativas clave.

Una iniciativa importante ha sido el establecimiento y expansión del fondo rotatorio de avance del grano de café, que ofrece préstamos sin garantía a los pequeños agricultores para facilitar su acceso al crédito.

El Gobierno también introdujo una "garantía de pago de tres días", bajo la plataforma del sistema de pago directo, asegurando que los agricultores reciben el pago dentro de las 72 horas posteriores a la entrega de sus granos de café, una mejora significativa con respecto al período de aprobación anterior, de 5 a 14 días.

A principios de este año, varios departamentos gubernamentales pusieron en marcha conjuntamente nuevas políticas destinadas a mejorar todavía más las técnicas de cultivo del café, ampliar su cultivo en las regiones no tradicionales y mejorar la transparencia del sistema de subasta.

Según la Oficina Nacional de Estadísticas de Kenia, el volumen de exportación de café del país aumentó un 12 por ciento en 2024, hasta 53.519 toneladas. Los ingresos por exportaciones también crecieron, pasando de 251 millones de dólares en 2023 a 296 millones de dólares en 2024.

NUEVO MERCADO Y OPORTUNIDAD

Además de organizar a los pequeños agricultores en cooperativas para fortalecer el poder de negociación colectiva, varios países africanos también están trabajando para impulsar la generación de más valor añadido en el sector del café desarrollando marcas locales.

Etiopía, el mayor productor africano de café actualmente y quinto más grande del mundo, produce unas 600.000 toneladas de café al año.

En los últimos años, el país ha dado pasos significativos para reestructurar su industria del café, pasando de las exportaciones de grano crudo a productos personalizados y con valor agregado, conforme sigue escalando sobre la cadena de valor.

Para apoyar esta transición, el Gobierno etíope ha introducido una serie de políticas, como el registro de marcas nacionales de café en los mercados internacionales clave y la promoción activa de las marcas de café etíope a nivel mundial.

En 2004, reconociendo que la mayoría de sus productores de café eran pequeños agricultores, el Gobierno etíope lanzó la iniciativa etíope de marcas y licencias de café fino.

Esta iniciativa registró marcas para tres reconocidas regiones productoras de café: Yirgacheffe, Sidamo y Harar.

Uganda también ha estado realizando esfuerzos concertados para aumentar el valor agregado en su sector del café.

El presidente ugandés, Yoweri Museveni, ha reiterado continuamente que aumentar el valor agregado es fundamental para el desarrollo de la industria cafetera del país.

En 2024, firmó la ley (enmienda) nacional del café, que fomenta el establecimiento de un sistema transparente de subasta del café para proteger a los agricultores de la explotación por parte de intermediarios. Y que promueve el crecimiento de las empresas procesadoras locales centradas en productos de café con valor añadido.

Kenia, Etiopía y otros países africanos productores de café también están fomentando la cooperación Sur-Sur para mejorar sus posiciones en la industria mundial del café mediante la expansión de sus redes de ventas a través de ferias comerciales y plataformas de comercio electrónico, dirigidas a mercados emergentes como Egipto, Nigeria y China.

"Si conozco una canción de África, de la jirafa y la luna nueva africana acostada sobre su espalda, de los arados en los campos y las caras sudorosas de los cortadores de café, África conoce una canción de mí...", redactó Blixen en "Fuera de África".

Si el humilde grano de café pudiera cantar, su canto resonaría con la amargura de los pasados coloniales, las pruebas de la independencia y el espíritu perdurable de la lucha de África por la justicia y la autosuficiencia.

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