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(Voces del Sur) OPINIÓN DE INVITADO: La gira del "procónsul" estadounidense, el regreso de la Doctrina Monroe a América Central y el Caribe

spanish.news.cn| 2025-02-13 09:14:00|
spanish.news.cn| 2025-02-13 09:14:00|

Por Jaime Tamayo

La reciente gira del secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, por América Central y el Caribe dejó en claro que la Doctrina Monroe sigue vigente. Con un tono imperial, retomando el estilo de la Administración Trump, el funcionario se presentó como un "procónsul" itinerante, dando órdenes y condicionando las relaciones con la región bajo la lógica del chantaje y la coerción.

La gira de seis días, que incluyó Panamá, El Salvador, Costa Rica, Guatemala y República Dominicana estuvo marcada por la amenaza y el chantaje como herramientas de negociación. El resultado favoreció en gran medida a Estados Unidos, que logró reactivar una versión 2.0 de la Doctrina Monroe, ahora enfocada en tratar de contener la influencia de China en la región.

Desde su primer mandato, Donald Trump reavivó un discurso supremacista basado en la supuesta excepcionalidad estadounidense. Su política exterior unilateral reinstauró la Doctrina Monroe como guía de las relaciones de Estados Unidos con América Latina, acompañada de acciones intervencionistas en países como Venezuela, Cuba y Nicaragua. Las advertencias del héroe cubano José Martí en el siglo XIX sobre las ambiciones imperialistas de Washington cobran hoy una renovada vigencia, recordándonos que la injerencia estadounidense ha sido una constante histórica.

Estados Unidos emergió como la expresión más cruda del capitalismo monopolista, consolidando su dominio financiero sobre el continente. La Doctrina Monroe, proclamada por el presidente James Monroe en 1823, establecía:

"Cuando nuestros derechos sean invadidos o estén seriamente amenazados, nos sentiremos lesionados o haremos preparativos para defendernos (...) No nos hemos mezclado ni nos mezclaremos en los asuntos de las actuales colonias o dependencias de ninguna potencia europea, pero (...) no podríamos considerar sino como manifestación de sentimientos hostiles contra Estados Unidos cualquier conato de una potencia europea con el objeto de oprimirlos o de ejercer de cualquier modo una influencia dominante en sus destinos".

En otras palabras, América no era para los europeos, sino para los estadounidenses.

Este expansionismo se reforzó con la ideología del Destino Manifiesto, que presentaba la expansión territorial y económica de Estados Unidos como un mandato divino. Según el periodista John L. O'Sullivan, este concepto se basaba en la idea de que la nación estadounidense había sido elegida para liderar al mundo y que su crecimiento, incluso mediante el colonialismo y la intervención, era un deber sagrado.

Aunque la Doctrina Monroe parecía superada, su resurgimiento bajo Trump quedó evidenciado con la gira de Rex Tillerson por Sudamérica en 2018, cuando el entonces secretario de Estado declaró abiertamente su intención de revitalizarla. Para Washington, la creciente presencia comercial de China en la región representaba una amenaza ante el declive de su hegemonía. Poco después, el entonces secretario de Defensa, James Mattis, reforzó el discurso desde el ámbito militar, advirtiendo sobre supuestas "invasiones de terceros países", refiriéndose especialmente a China y Rusia.

En el regreso de Trump al poder, este intervencionismo ha tomado nuevos bríos. En este contexto se inscribe la gira de Marco Rubio, cuyo objetivo principal fue presionar a los gobiernos centroamericanos para frenar la cooperación con China y alinearse con las exigencias de Washington.

Si bien en su visita a Panamá Rubio no podía aspirar a recuperar el control del Canal de Panamá, si logró avances estratégicos. Además de acuerdos migratorios que facilitarán la expulsión de migrantes, el Gobierno panameño se comprometió a no renovar el memorando de entendimiento con China firmado en 2017 en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. También revisará las concesiones otorgadas a una empresa china en dos puertos del Canal.

El Salvador, por su parte, cedió ante todas las exigencias de Washington. No solo aceptó recibir a migrantes salvadoreños deportados, sino también a ciudadanos de otros países, además de presidiarios estadounidenses. Aún más preocupante es la posibilidad de un acuerdo de cooperación militar y nuclear con Estados Unidos, lo que violaría el Tratado de Tlatelolco, en vigor desde 1969, que prohíbe armas nucleares en América Latina y el Caribe.

En Costa Rica, el énfasis estuvo en la seguridad. Estados Unidos busca fortalecer su control mediante la DEA y el FBI, además de presionar para reducir la presencia económica de China en el país.

En Guatemala, las negociaciones giraron en torno a la migración, pactando términos favorables para Washington. Se hizo especial hincapié en la exclusión de China de la economía guatemalteca.

Mientras tanto, en República Dominicana, además de pactos sobre control migratorio y tráfico de drogas, Estados Unidos consiguió acceso a la explotación de tierras raras, un recurso estratégico clave que buscaba evitar que cayera en manos chinas.

Esta gira deja en claro cuál será la relación de la Administración Trump con América Latina. Existe una tendencia histórica en Washington a considerar la región como su zona de influencia "natural" y cualquier desafío a su hegemonía es respondido con una estrategia intervencionista que combina presión política, económica y militar.

Desde que la Doctrina Monroe fue proclamada en 1823, distintos presidentes estadounidenses la han adaptado para mantener el control sobre el continente. Si en su origen buscaba impedir la influencia de potencias coloniales europeas, la versión Trump tiene un objetivo distinto: frenar el avance de China en la región.

Sin embargo, América Latina ya no es la misma de hace dos siglos. La creciente diversificación de sus relaciones económicas y diplomáticas abre nuevas oportunidades que pueden permitirle avanzar hacia una autonomía real, lejos de la tutela de Washington. La clave estará en la capacidad de los países latinoamericanos para sostener una política exterior soberana, que responda a sus propios intereses y no a los dictados del "procónsul" de turno. 

(El autor es analista internacional y politólogo, además de profesor investigador y jefe del Departamento de Estudios Sobre Movimientos Sociales de la Universidad de Guadalajara, México)

(Las opiniones expresadas en este artículo son del escritor y no necesariamente reflejan la postura de la Agencia de Noticias Xinhua)

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