BEIJING, 17 nov (Xinhua) -- En vísperas de que los líderes mundiales se reúnan en Río de Janeiro, Brasil, para la 19ª Cumbre del G20, el momento exige pasos decisivos hacia la creación de una comunidad internacional más justa, sostenible e inclusiva.
Bajo el lema "Construir un mundo justo y un planeta sostenible", este cónclave representa una oportunidad crucial para recalibrar la gobernanza económica global y trazar un camino hacia el desarrollo sostenible e inclusivo.
La cumbre en Río de Janeiro marca la primera reunión de líderes del G20 desde la inclusión de la Unión Africana (UA) como miembro de pleno derecho, un hito histórico que refuerza la voz del Sur Global.
Sin embargo, la inclusión por sí sola es insuficiente. El G20 debe garantizar que la voz de la UA y del Sur Global en general no solo se escuche, sino que se traduzca en una influencia tangible.
Como foro que representa a las mayores economías del mundo, el G20 tiene la responsabilidad de defender los verdaderos intereses del Sur Global con medidas concretas, como dar prioridad a la financiación de infraestructuras adaptada a las necesidades de los países del Sur Global y ampliar el acceso a las tecnologías verdes.
Lamentablemente, en un mundo cada vez más dividido, algunos políticos occidentales han recurrido a una campaña de desprestigio contra la cooperación en materia del desarrollo entre China y África.
Despreciando los beneficios transformadores que los proyectos aportan a las economías locales, estos políticos se entregan a críticas infundadas que revelan no solo su parcialidad, sino también un desprecio fundamental por las prioridades de desarrollo del Sur Global.
Esta miopía subraya la urgencia de que el G20 rompa con dicha retórica divisiva y fomente un orden mundial más inclusivo y equitativo.
El G20 también debe adoptar una postura firme contra el creciente proteccionismo, que amenaza con deshacer el progreso de la prosperidad mundial que tanto ha costado conseguir.
Medidas proteccionistas como los aranceles, las barreras comerciales y otras prácticas desleales se venden a menudo como remedios para los problemas internos, pero su verdadero coste lo soporta la economía mundial, en particular las naciones en desarrollo que dependen de los mercados abiertos para impulsar el crecimiento y el desarrollo.
Lejos de aportar soluciones, las políticas proteccionistas exacerban las desigualdades, ahogan el progreso y obstruyen los esfuerzos mundiales para hacer frente a las crisis globales compartidas.
Tomemos como ejemplo el reciente intento de Washington y algunos de sus aliados de suprimir la industria china de vehículos eléctricos con el pretexto de abordar el llamado "exceso de capacidad". La maniobra no solo socava la cooperación internacional en tecnologías verdes, sino que también pone en peligro la lucha mundial contra el cambio climático.
Al erigir barreras comerciales, esos países aumentan el riesgo de frenar la innovación, distorsionar las cadenas de suministro y restringir el acceso a soluciones asequibles y sostenibles que el mundo necesita con urgencia.
Es evidente que tales medidas son cortas de miras, ya que no solo perjudican a industrias específicas, sino que sabotean la consecución más amplia de los objetivos climáticos y del desarrollo sostenible.
En un momento crítico en el que el mundo se enfrenta a la disyuntiva entre división y cooperación, el G20 puede dar el ejemplo, demostrando que la cooperación mundial no es un juego de suma cero, sino un esfuerzo compartido dirigido a construir un futuro más justo y próspero para todos.