El destino de Ruanda dio un giro drástico con la llegada de los colonizadores europeos, primero alemanes y después belgas, a finales del siglo XIX. Empleando el ardid de la clasificación racial, los colonizadores hicieron añicos la antigua armonía entre los dos grupos étnicos.
Según este erróneo artificio, los europeos se consideraban superiores a los africanos, designaban a los tutsis, con rasgos físicos más cercanos a los europeos, como la "raza superior" y los reclutaban como apoderados para el Gobierno. En consecuencia, desde 1933, las autoridades coloniales belgas impusieron la división de "hutu" o "tutsi" en los documentos de identidad de los ruandeses.