BEIJING, 6 ago (Xinhua) -- Los lazos entre China y Estados Unidos han llegado a un momento crucial tras cuatro décadas de desarrollo en general estable y el futuro de lo que muchos consideran la relación bilateral más importante del mundo depende ahora de si Washington tiene la racionalidad y visión que tanto se necesitan para tomar la decisión correcta.
En los últimos meses, un puñado de intransigentes en Washington han lanzado una campaña para desprestigiar a China en lo que atañe a la pandemia del coronavirus y a los derechos humanos en Xinjiang, se han entrometido en los asuntos internos chinos en Hong Kong, Taiwán y el mar Meridional de China, han tomado medidas enérgicas contra empresas de tecnología chinas y, de forma deliberada, han suscitado una confrontación ideológica con Beijing.
En una de sus acciones más recientes en este sentido, Washington ordenó de forma abrupta el cierre del Consulado General de China en Houston, una provocación política injustificada y temeraria.
Como resultado, la relación entre las dos mayores economías del mundo enfrenta en estos momentos lo que el consejero de Estado y ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, describió hace poco como el reto más serio desde que los dos países establecieran relaciones diplomáticas hace 40 años.
El secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, en un discurso en la Biblioteca Presidencial Richard Nixon en que volvió a tergiversar los hechos, aseguró que la política de compromiso con China de su país es incorrecta y ha fracasado, en un intento de negar los enormes beneficios que ambas partes han generado de forma conjunta para sus ciudadanos y al resto del mundo, y también de legitimar su demanda de formar una alianza contra China.
Para conducir la relación bilateral a través de aguas tan revueltas y turbulentas como estas, es importante que las dos partes aclaren las tergiversaciones de la historia de intercambios y cooperación entre los dos países en que incurren los halcones de Washington que defienden una política de línea dura con China.
En las últimas cuatro décadas, el comercio bilateral entre los dos países se incrementó de forma drástica, desde los insignificantes 2.500 millones de dólares a finales de la década de 1970 hasta la impresionante cantidad de 630.000 millones de dólares en 2018.
La solidez de la relación económica y comercial ha sido el sostén de unos 2,6 millones de empleos en Estados Unidos en varios sectores, y más de 72.500 empresas estadounidenses tienen inversiones o negocios en China.
Además, la cooperación entre los dos países en asuntos de trascendencia mundial, como la lucha contra el terrorismo, la respuesta a la crisis financiera de 2008 y el combate al cambio climático, ha supuesto contribuido enormemente a mantener la paz y la estabilidad mundial y promover el desarrollo en todo el mundo.
Para cambiar la peligrosa tendencia actual en la relación bilateral y devolverla al buen camino, Estados Unidos debe dejar de presionar en la dirección equivocada de inmediato y comenzar a tomar medidas correctivas y de desescalada.
En primer lugar, debe respetar la soberanía y la integridad territorial de China y dejar de interferir en los asuntos internos de China, al igual que China respeta a Estados Unidos.
Aunque ante la provocación de Washington Beijing siempre ha mantenido la máxima moderación, eso no significa que el país se doblegue ante la intimidación. De hecho, China tiene todo el derecho de dar una respuesta legítima y firme para defender sus intereses nacionales.
En segundo lugar, China seguirá su propio camino de desarrollo y perseguirá su objetivo legítimo de un gran rejuvenecimiento nacional para el pueblo chino. Washington debería deshacerse de la ilusión de que Beijing cambiará de alguna manera su rumbo y adoptará sistemas políticos y sociales al estilo estadounidense.
En tercer lugar, Washington debería unirse a Beijing para reactivar la comunicación en todos los niveles y en todos los sectores importantes, como la economía, el comercio y la seguridad, así como los intercambios culturales y entre personas, para evitar cualquier error estratégico de alto riesgo.
Estados Unidos también debe trabajar con China y el resto de la comunidad internacional para intensificar la cooperación internacional, particularmente en la lucha en curso contra la pandemia, y para apoyar el sistema multilateral, con las Naciones Unidas en el centro, con el objetivo de hacerlo mejor y más efectivo, en lugar de volverse en su contra.
Ahora es el turno de Estados Unidos. China siempre está dispuesta a trabajar con la parte estadounidense para impulsar los lazos bilaterales sobre la base de la coordinación, la cooperación y la estabilidad, y para mantener la paz y la prosperidad mundiales, en beneficio de los intereses de China, de Estados Unidos y del mundo en general.
El desarrollo de China y Estados Unidos no es un juego de suma cero, y los dos países no deben rechazarse, sino aprovechar la fuerza del otro para lograr un desarrollo común, señaló Wang en una entrevista exclusiva con Xinhua el miércoles.
Es aconsejable que los responsables políticos estadounidenses abandonen su mentalidad de Guerra Fría, demuestren sabiduría y visión, y se encuentren a mitad de camino con Beijing para trabajar por un futuro mejor y compartido de los dos pueblos y de todo el mundo.