ESPECIAL: Jóvenes realizadores latinoamericanos reconocen impronta del Festival de Cine de La Habana

Spanish.xinhuanet.com   2018-12-13 13:23:03

Por Noemí Galbán

LA HABANA, 12 dic (Xinhua) -- Para muchos llegar a 40 años es sinónimo de madurez, para otros la despedida de la preciada juventud y el preámbulo de una vejez que se acerca galopante; sin embargo, el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana exhíbe una lozanía radiante.

El cúmulo de experiencias en estas cuatro décadas y su constante renovación para sobrevivir pese a las dificultades, le han permitido no sólo arribar a este aniversario sino seguir en la preferencia de las más nuevas generaciones de cineastas latinoamericanos que persisten en su admiración y predilección.

"Para mí el Festival de La Habana desde que estudié cine es uno de los más importantes, uno de los más serios y uno de los que siempre soñé en participar. Uno rema y rema para poder hacer lo que ama y estos espacios son los que te dan alegría", confesó la realizadora argentina, Daniela Fiore.

En diálogo con Xinhua, la directora, productora, guionista y editora del corto de animación "Un oscuro día de injusticia", comentó que esta es su primera visita a Cuba y hacerlo en el marco de una de las citas cinematográficas más reconocidas del continente constituye un regalo y un motivo de felicidad.

Su obra relata el último día en la vida del periodista y escritor Rodolfo Walsh, secuestrado y desaparecido el 25 de marzo de 1977 durante la última dictadura militar argentina, un tema que, como expresó Fiore, corresponde más al cine independiente que no siempre encuentra cabida en otros eventos de este tipo.

"Lo que nos motivó fue la impronta que tiene. La nuestra es una producción muy pequeña, no cuenta con fondos de ningún tipo y es muy difícil encontrar un festival que apoye estas producciones y que se fije en el contenido por sobre la manufactura y eso lo hace único", expresó Tomás Saralegui.

El joven cineasta argentino es director y editor del documental "I mapaqmi peliculata ruwasunman" o "¿Para qué hacer una película?", elegida para concursar en la sección Latinoamérica en perspectiva en el apartado de Pueblos originarios.

El largometraje registra los primeros cuatro años de existencia del integrante más pequeño de una familia quechua andina, cuya comunidad enclavada entre las ciudades peruanas de Cuzco y Machupichu se está transformando debido a la construcción de un aeropuerto internacional en el Valle Sagrado de los Incas.

Los retos y amenazas para el estilo de vida de esos habitantes, así como los lazos que teje el núcleo familiar para superar esos desafíos ante el acelerado y forzoso proceso de urbanización, son la esencia de la obra.

"Películas como esta, si no fuera por el Festival de La Habana quedarían completamente invisibilizadas. Este Festival les da una vida que de otra forma quizás no tendrían, es un refugio y un centro de resistencia cultural para toda América Latina y para el mundo", destacó Saralegui.

Al respecto la guatemalteca, Ana Isabel Bustamante opinó que para los jóvenes cineastas latinoamericanos, cada diciembre con la edición del Festival, la capital cubana se convierte en el epicentro del séptimo arte en la región.

Acá confluyen público y realizadores, tanto consagrados como noveles, quienes se ven las caras y comparten, tienen la posibilidad de apreciar entre todos qué historias interesan contar y la forma cómo se narran.

Bustamante es la directora, guionista y editora del documental "La asfixia", un filme que busca rescatar y reconstruir la figura de su padre, a quien no conoció pues es uno de los 45.000 desaparecidos que dejó el conflicto armado interno en Guatemala en la década del 80 del pasado siglo.

Detenido el 13 de febrero de 1982 y jamás vuelto a ver, Emil Bustamante se revela para su hija como un misterio que busca descubrir a partir de los recuerdos que perduran en la memoria de familiares, amigos y personas que lo conocieron.

"Estuvimos aquí hace tres años en la sección "En Construcción" y fuimos muy bien recibidos y ahora que la película estaba terminada aplicamos porque para nosotros era importante estrenar acá por el apoyo que nos había dado antes Cuba y el Festival", señaló.

Además, destacó el hecho de que el evento competitivo es al mismo tiempo una ventana no sólo para exhibir los filmes sino para mostrar las inquietudes y aspiraciones de las nuevas generaciones de realizadores latinoamericanos.

Pues más allá de la calidad estética, parte fundamental de la cita del séptimo arte cubana, los organizadores privilegian esas propuestas que llegan para llamar la atención y sensibilizar a espectadores y jurados.

Obras que versan sobre problemáticas consideradas por algunos con visiones simplistas de la realidad como locales, al ocurrir en Perú, Guatemala o en Argentina, pero no escapan de tener una proyección global.

Fenómenos como las dictaduras militares y sus estelas de desapariciones, secuestros y asesinatos, vistos con esa crudeza o a través de los sentimientos de soledad, vacío, temor o asfixia ante la ausencia de un ser querido, no suceden únicamente en América Latina.

Tampoco el desplazamiento forzoso de comunidades originarias que pugnan frente a una globalización y "progreso" económico que pone en riesgo la propia identidad cultural de cada nación.

Ese entramado de historias que describen y caracterizan la contemporaneidad, que denuncian, critican, defienden, enaltecen y buscan ante todo transformar el entorno mediante el cine, es el principal motivo por el cual cada año las salas de La Habana se llenan de espectadores.

Mientras los realizadores interesados en traer sus obras a Cuba se multiplican y diciembre no es más un mes asociado al final de un año, se convierte para muchos de ellos en el inicio de sus carreras cinematográficas.

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ESPECIAL: Jóvenes realizadores latinoamericanos reconocen impronta del Festival de Cine de La Habana

Spanish.xinhuanet.com 2018-12-13 13:23:03

Por Noemí Galbán

LA HABANA, 12 dic (Xinhua) -- Para muchos llegar a 40 años es sinónimo de madurez, para otros la despedida de la preciada juventud y el preámbulo de una vejez que se acerca galopante; sin embargo, el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana exhíbe una lozanía radiante.

El cúmulo de experiencias en estas cuatro décadas y su constante renovación para sobrevivir pese a las dificultades, le han permitido no sólo arribar a este aniversario sino seguir en la preferencia de las más nuevas generaciones de cineastas latinoamericanos que persisten en su admiración y predilección.

"Para mí el Festival de La Habana desde que estudié cine es uno de los más importantes, uno de los más serios y uno de los que siempre soñé en participar. Uno rema y rema para poder hacer lo que ama y estos espacios son los que te dan alegría", confesó la realizadora argentina, Daniela Fiore.

En diálogo con Xinhua, la directora, productora, guionista y editora del corto de animación "Un oscuro día de injusticia", comentó que esta es su primera visita a Cuba y hacerlo en el marco de una de las citas cinematográficas más reconocidas del continente constituye un regalo y un motivo de felicidad.

Su obra relata el último día en la vida del periodista y escritor Rodolfo Walsh, secuestrado y desaparecido el 25 de marzo de 1977 durante la última dictadura militar argentina, un tema que, como expresó Fiore, corresponde más al cine independiente que no siempre encuentra cabida en otros eventos de este tipo.

"Lo que nos motivó fue la impronta que tiene. La nuestra es una producción muy pequeña, no cuenta con fondos de ningún tipo y es muy difícil encontrar un festival que apoye estas producciones y que se fije en el contenido por sobre la manufactura y eso lo hace único", expresó Tomás Saralegui.

El joven cineasta argentino es director y editor del documental "I mapaqmi peliculata ruwasunman" o "¿Para qué hacer una película?", elegida para concursar en la sección Latinoamérica en perspectiva en el apartado de Pueblos originarios.

El largometraje registra los primeros cuatro años de existencia del integrante más pequeño de una familia quechua andina, cuya comunidad enclavada entre las ciudades peruanas de Cuzco y Machupichu se está transformando debido a la construcción de un aeropuerto internacional en el Valle Sagrado de los Incas.

Los retos y amenazas para el estilo de vida de esos habitantes, así como los lazos que teje el núcleo familiar para superar esos desafíos ante el acelerado y forzoso proceso de urbanización, son la esencia de la obra.

"Películas como esta, si no fuera por el Festival de La Habana quedarían completamente invisibilizadas. Este Festival les da una vida que de otra forma quizás no tendrían, es un refugio y un centro de resistencia cultural para toda América Latina y para el mundo", destacó Saralegui.

Al respecto la guatemalteca, Ana Isabel Bustamante opinó que para los jóvenes cineastas latinoamericanos, cada diciembre con la edición del Festival, la capital cubana se convierte en el epicentro del séptimo arte en la región.

Acá confluyen público y realizadores, tanto consagrados como noveles, quienes se ven las caras y comparten, tienen la posibilidad de apreciar entre todos qué historias interesan contar y la forma cómo se narran.

Bustamante es la directora, guionista y editora del documental "La asfixia", un filme que busca rescatar y reconstruir la figura de su padre, a quien no conoció pues es uno de los 45.000 desaparecidos que dejó el conflicto armado interno en Guatemala en la década del 80 del pasado siglo.

Detenido el 13 de febrero de 1982 y jamás vuelto a ver, Emil Bustamante se revela para su hija como un misterio que busca descubrir a partir de los recuerdos que perduran en la memoria de familiares, amigos y personas que lo conocieron.

"Estuvimos aquí hace tres años en la sección "En Construcción" y fuimos muy bien recibidos y ahora que la película estaba terminada aplicamos porque para nosotros era importante estrenar acá por el apoyo que nos había dado antes Cuba y el Festival", señaló.

Además, destacó el hecho de que el evento competitivo es al mismo tiempo una ventana no sólo para exhibir los filmes sino para mostrar las inquietudes y aspiraciones de las nuevas generaciones de realizadores latinoamericanos.

Pues más allá de la calidad estética, parte fundamental de la cita del séptimo arte cubana, los organizadores privilegian esas propuestas que llegan para llamar la atención y sensibilizar a espectadores y jurados.

Obras que versan sobre problemáticas consideradas por algunos con visiones simplistas de la realidad como locales, al ocurrir en Perú, Guatemala o en Argentina, pero no escapan de tener una proyección global.

Fenómenos como las dictaduras militares y sus estelas de desapariciones, secuestros y asesinatos, vistos con esa crudeza o a través de los sentimientos de soledad, vacío, temor o asfixia ante la ausencia de un ser querido, no suceden únicamente en América Latina.

Tampoco el desplazamiento forzoso de comunidades originarias que pugnan frente a una globalización y "progreso" económico que pone en riesgo la propia identidad cultural de cada nación.

Ese entramado de historias que describen y caracterizan la contemporaneidad, que denuncian, critican, defienden, enaltecen y buscan ante todo transformar el entorno mediante el cine, es el principal motivo por el cual cada año las salas de La Habana se llenan de espectadores.

Mientras los realizadores interesados en traer sus obras a Cuba se multiplican y diciembre no es más un mes asociado al final de un año, se convierte para muchos de ellos en el inicio de sus carreras cinematográficas.

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